De todas las palabras que buscamos en los versos
son aquellas dirigidas a la ausencia
las que más lejos llegan
cruzan galerías y pasillos
en penumbra o iluminados
por la luz esquiva del otoño
pretenden llegar allá donde no llega nada más
a los oscuros rincones de la muerte.
pretenden desalojar las tinieblas
llevar la luz a los confines de la existencia.
Hablamos con los muertos
habitamos sus recuerdos
encantamos sus memorias
somos nosotros los fantasmas.
No podemos dejar ir
a los que se fueron
los llevamos con nosotros
ejecutamos rituales y alquimia
para revivir
sus nombres, caras y voces
los levantamos de su descanso de paz
para que vengan
un día más
a ver todo aquello que perdieron, perdimos
una boda, una risa, una tarde de sábado
una llamada que devuelve un voz extraña
un número desconectado.
De todas las palabras que inventamos y mezclamos
es la arcilla con la que damos nombre a la ausencia
la magia más compleja.
Invocamos a los muertos,
nos colamos en sus fotos,
recreamos sus historias.
Es fácil dejar ir a quien se va
a vivir
pero existe una obstinación imparable
en mantener a quien se va
y nada más.