jueves, 15 de agosto de 2013

Hibernar

Me tumbo en el sofá.
Miro al techo, blanco.
Tengo frío y agosto siempre ha sido así,

denso, pesado
en sus tardes solitarias.

Y nocturno e iluminado
en compañía.


Los libros se apilan en el suelo,
a mi alrededor;
forman torres ignífugas
que me guardan de lo de fuera
y protegen el exterior

de mí.
Sé que podrían salvarme,
pero me da pánico tocarlos
por si la historia que me cuentan
se mete bajo mi piel

y me impide
esta inconsciencia
que tanto me ayuda
cuándo solo quiero que todo siga
andando,
hacia delante.

Entonces me tumbo en el sofá,

rojo.
Y miro al techo, blanco.
Me imagino el cielo.
Me hurgo la herida del pecho
Puedo tocarme por dentro,

el alma.

Si tuviese un espejo
vería que lo de dentro
tiene el mismo color que lo de fuera.

Me toco la llaga, solitaria,
y puedo llegar hasta el corazón, si quiero.
Lo tengo sitiado, bajo amenaza.

Igual que los libros me apresan a mí
yo lo cojo a él.
Pórtate bien,
déjame dormir.


Hace frío,
no voy a necesitar urna de cristal
para quedarme aquí esperando
a que pase un poco el tiempo
y el agosto frío deje paso
al otro agosto
que me presentaron hace poco
y me sedujo en un pestañeo.
Ahora soy suya,
y él lo sabe. El agosto ajeno.

Perdí el control de la herida
y la cuenta e historia de las cicatrices.
Perdí mi vida,
mi pasado
y ahora miro al techo,
imagino el cielo.
Tengo el aliento de un amor
recostado sobre el vientre,
¿y dónde están sus labios?
y yo lo acaricio,
para que siga taponando el agujero
que me parte en dos
y amortiguando las voces
que de la sangre manan.

Fue un harakiri,
un corte autoinflingido
un vientre abierto
para drenar
el pasado

para limpiar y perder
y vivir desangrada,
derrotada

Para recuperar el aliento
en la batalla
La razón de ser,
encontrarla.

Fue una estupidez,
y un gran acierto.
Porque maté a la que hicieron

y ahora soy la que soy,
la que quiero,
aunque no la quiera.

Y sin embargo,
me tumbo en el sofá,
miro al techo.
Blanco.
Espero, suspiro.
Esta ciudad,
y sus silencios,
recuerdos,
mis miedos.

Me consumen.
Soy un forajido
de mi existencia anterior.

Orgullosa de haber sido
una marcha sin frenos.
Orgullosa de haberme volado 
la mandíbula inferior.
Para ser un monstruo invisible
y, 
a partir de ahí,
construir la carne y huesos
que yo decida.



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