Esta quizás sea mi primera
y última entrada
escrita desde el teléfono.
Hoy he visto a mi abuela desvanecerse
entre los pliegues del tiempo,
de la ciudad.
Como un pequeño duende
entre la maleza del invierno.
Escarcha en la cabeza.
La veo alejarse
y empiezo a creer
que la que se va soy yo.
El hueco de mi hogar se llenó de cajas,
duermo en el rellano de mi pasado.
No soy más una niña.
No soy aún una adulta.
Soy como ese duende,
al que quiero y al que guardo rencor,
que va saltando, de azulejo en azulejo,
olvidándolo todo,
hasta que no quede nada.
Nada más que el asfalto y la escarcha.