domingo, 29 de diciembre de 2013

Diciembre acaba

Tengo tu nombre en la piel,
tu olor entre las sábanas.
Tus ojos grabados a fuego
en cada latido del pecho.

Tengo tu voz suave de madrugada
y la forma en que me abrazas.
Tengo tus manos sujetándome,
el tacto de tus alas.

Tengo la sonrisa que me das,
y la tuya, a veces luz
y a veces tan cansada,
que no quiero más que besarte.

Quiero extender las manos y tocarte,
decirte que estoy aquí.
Quiero curar los agujeros que hicieron
los niños crueles con sus acusadores dedos.

Quiero llevar el sol a tus días fríos
y ser quien te encuentre, perdido, bajo la lluvia.
Quiero colarme entre tus cristales rotos
y dormir abrazada a tu espalda.

Salvada.
Y Diciembre acaba.





miércoles, 25 de diciembre de 2013

Motivos

"Tienes que dejar de hacerte daño; tienes que disfrutar y nada más", me decías.
Pero no era nunca tan fácil como parecía cuando lo hacías tú. Porque siempre estabas de pie, y cuando caías, te levantabas y seguías adelante. Quizás por esa forma de vivir de "no nos arrepentimos, no pedimos perdón", te golpeaba tan fuerte la vida, cuando te alcanzaba. Yo era más de "nos arrastramos por penitencia" y claro, jamás me daban un golpe fatal, de esos de por sorpresa; ya me iba golpeando yo, poco a poco, para ver si así me acostumbraba al dolor, que era de lo que creía que iba la vida.
Querías protegerme; supongo que al verme así sentías lo mismo que yo cuando te veía a él mal. Era como ver un muro quebrarse. No sé.
Solo que tus grietas asomaban poco, y nunca más que grietas, aunque yo supiese del humo y de las cenizas. Yo, sin embargo era todo alaridos y pelo en llamas, era un continuo de días en el que alternaba el estar feliz con el sentirme la persona que menos merecía en el mundo. Supongo que esa fue siempre mi forma de vivir, solo que antes no tenía nadie que me mirase.
Y nunca era tan fácil como parecía, porque entraba en un bucle de terror. Sé que puedo ser pesada, sé de mis miedos recurrentes, de mis lágrimas... y cuanto más pienso en lo que eso desgasta a cualquiera, más se agudiza toda mi mierda. Vivía con miedo de perder, con miedo de hacerlo mal. Y supongo que aún vivo de esa manera las veces en las que me suelto y me empieza a tragar el remolino. Pero tengo también tu voz, para traerme de vuelta. Y tus ojos, para ponerlos entre tú y el espejo y sus cristales. Y tengo algo por lo que luchar contra mis monstruos.




martes, 24 de diciembre de 2013

Mi mar, mi norte. (Me ahogué, me helé)

Recuerdo tu mar, a las puertas de un Abril,
y su lluvia.
Recuerdo su color de grises y tu voz
entre las olas.
En algún punto entre esa playa vacía
y su atalaya de verdes,
decidí quedarme para siempre
atrapada en esta historia,
entre tus manos y tu sonrisa,
que eran como puertas que se abrían
una vez cada cien lunas.
Decidí hacer de tus sábanas mi templo,
y de tu ojos mi luz.
Decías andar perdido en las tinieblas,
pero a mí me enseñaste el camino.
Y ahora, por primera vez,
estoy en casa. Completa.
Eres mi hogar, allá a donde vayas.
Me levantas, una y otra vez.
Me sonríes, como si la vida no pesara.
Recuerdo tu mar,
y lo grande que era para mi pecho,
esa sensación de perderlo todo
y estar de pie, desnuda, ante la vida.
Y entonces me cogiste de la mano.
Guiñabas el ojo para decirme
que todo iría bien.
Me cogiste cuando yo lloraba ante el mar,
cuando no podía volver al norte,
cuando no encontraba mi hogar.
Te he necesitado toda mi vida,
en cada noche de espinas,
en cada error y caída.
Pero llegaste tú,
al final, justo cuando empezaba a llover
en aquella playa tan triste.
Y supe que me veías,
a través de la piel
y a través de las heridas.
Nunca nadie me había conocido,
aunque yo siempre diga
que te equivocas,
nunca nadie me había conocido,
de dentro a fuera.
Y yo lloraba,
estaba tan perdida
que no quería seguir adelante.
Apareciste, mi norte,
mi mar,
te sentaste a mi lado en silencio
y supe que me habías visto,
que sabías quién era.

Me salvaste,
me salvas cada día.

Eres mi mar y mi norte,
sin ti estoy perdida.



2024: eras un Monstruo. Lo recordamos nosotras: G., C., M. y yo. Pero nosotras lo vivimos, aunque no lo supimos ver. Siento haberlas seguido en tu camino de tierra y barro. Siento no haberlas creído.
Con tus gritos y tus golpes, tu luz de gas y tus chantajes. Acabé sola y aislada, encerrada en tu jaula. Espero que puedas cambiar, y lo hayas hecho. Espero que nunca haya que sumar otra inicial a la lista de chicas que tú definías como locas, malas y mentirosas. La lista el la que nos metías a todas las que ya no podías controlar. Aquellas que pusimos nombre a tus abusos.




domingo, 22 de diciembre de 2013

El lobo feroz

Tú eras el lobo feroz de todos los cuentos
y yo la niña perdida
en el País de las Maravillas,
en pos de un dragón.

Tú, disfrazado de asesino,
rodeado de Caperucitas de doble filo.
Yo, simplemente,
no estaba. No creía en el destino.

Tú tenías esos ojos verdes
de humano derrotado,
bajo ese traje de lobo
que rezumaba sangre,
roja,
propia.

Te vi de rodillas,
aullando.
Y quemé todos los puentes
hacia las torres de mis dragones.

Reescribí el cuento,
te encontré donde no te buscaba.

Eras siempre el malo
en los cuentos de otros.
Aquella era su forma de tenerte atado,
haber capturado al lobo.

Quizás te pusieron la corona rota
y usaron tu cuerpo de soldado.
Pero créeme si te digo
que no eran más que pesadillas,
que tu historia aún debía ser escrita.

Que no inventaremos personajes,
ni héroes ni villanos.
Solo tú y yo,
siempre,
adonde quiera que vayamos.

No volverán a ponerte cadenas
y a encerrarte en la oscuridad
de sus exigencias
de niños caprichosos,
adultos repugnantes.

No volverás a los oscuros bosques
donde acechan monstruos
disfrazados de indefensas niñas,
vestidos de rojo,
con el corazón seco
como los troncos del otoño.

No volverás solo,
nunca más,
a sumergirte en la gélida oscuridad,
a enfrentarte a ti mismo,
en campos de batalla
y abismos.

Tú eras el lobo feroz de todos los cuentos,
el que haría cualquier cosa por verme sonreír.
Me rescataste de mi País de las Pesadillas,
me despeinaste el pelo
y llenaste de barro mis tobillos.

Te intentarán robar, siempre,
para otras historias,
para usar tus garras
en defensa propia.

Tú eres el lobo feroz,
al que hicieron malo en tantos cuentos,
todas aquellos niños que tejían
su historia en lugar de realidad,
para no tener que admitir
su imagen en el espejo.

Si el enemigo está siempre dentro,
me alegro de haber entrado en tu pecho,
siguiendo el reloj de tu voz.
Y de aquí en adelante,
que te quede claro,
que el lobo feroz de nuestro cuento
no va a volver a ser el malo.





sábado, 21 de diciembre de 2013

Luz


Y vienes tú,
en la noche más oscura.
Me tiendes tu mano.
Y amanece.



Gracias por salvarme.

Volver a casa

Arrancarme las entrañas
y arrojárselas al dios helado
que guarda los pies de mi cama.
Hurgarse las heridas.
Volver a casa siempre será
volver a casa.
Retomar viejas costumbres,
ahogarse en las mismas
aguas.

A veces, me voy perdiendo,
si me sueltan la mano.
Me traga este mar denso
y oscuro.

Estoy sola y perdida.
Siempre que vuelvo,
estoy sola y perdida,
y perdiendo.

Me encaramo al sofá,
porque todo el suelo es lava.
Me quedo quieta, quieta,
para que sepan todos
dónde me pueden encontrar.

Porque es esta ciudad,
o sus historias,
o estar tan lejos,
de donde quiero estar.

Y al final da igual.
Porque volver a casa siempre será
volver.

Y yo solo quería no tener que dormir
en el lecho de lágrimas y
el pecho de espinas
de la niña que se marchó de casa
pero al parecer
nunca se fue.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Solo Dios sabe

Si es verdad que existe un Dios,
solo él sabe de nosotros dos.
Solo él puede entender de ti y de mí
de la manera en la que nos queremos,
en la que nos hacemos.
Solo Dios sabe
de nuestras noches quebradas,
los puños en la pared,
las lágrimas en la bañera.
De nuestras noches sonámbulas,
los besos en la espalda
y las charlas eternas.
Las cicatrices escondidas
y las sonrisas sinceras.
Porque yo solo sé de ti
de un tiempo a esta parte
y las orillas que se recortan
en el horizonte
de tus noches oscuras.
Solo sé que me cuidas cada segundo,
solo sé que me lo darías todo,
solo sé que me quieres,
que no te irás y que te culpas
de cualquier daño que pueda manchar
nuestro cielo de trasquilones.
Solo sé que debiste sentirte muy solo
y que no te gustan las cicatrices.
Solo sé que me quieres.
Y de mí, no tengo más
que el miedo a los espejos
y el sentimiento de hacerlo
todo, siempre, tarde y mal.
No tengo más que el quererte,
y luchar.

Es por eso que, si existe un Dios,
solo él nos ve,
como yo te veo a ti
y como tú me ves a mí.
Por eso nos juntamos,
porque cuando yo te miro
y tú me miras,
Dios existe,
y solo él sabe,
bajo nuestra piel.




Will the circle be unbroken

No pueden romperse los círculos,
una vez cerrados.
Igual que no puedo borrar la tinta de mi piel.
O el tiempo y sus estragos.

No pueden soltarse nuestras manos,
después de habernos encontrado.
Que dos vidas solo se cruzan una vez,
y lo demás es vivir juntos o separados.

Solo chocamos una vez,
y es nuestra tarea agarrarnos,
no dejarnos caer,
elegir el camino difícil: ser salvados.

Dices que me quieres y andamos el camino
que no puede ser borrado,
por mil tempestades que caigan
o llevemos a la espalda.

Pueden venir los fantasmas
o llegar los inviernos.
Podemos perdernos en el infierno
y ser tragados por abismos.

No puede romperse este círculo.


.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Your song

Hemos sido niños temblorosos, rotos en pedazos en la ciudad de la piedra y el sol. Y supongo que nunca dejaremos de serlo del todo, en las noches de invierno.
Se nos hace pequeña a veces la vida. Tenemos el pasado con los colmillos clavados en nuestros tobillos. Y nada de las llaves de las puertas donde está la cura de esta forma de arrastrar pecados.
La mitad de las veces que te toco soy incapaz de hacerte saber la forma en la que necesito tu piel. La otra mitad estas dormido y lejos. Te miro y espero que puedas leerme la mente. Me callo y espero que escuches mis latidos. Vivo de esperar milagros, porque nunca supe cómo recomponerme, menos aún a otro ser humano. Puedo prometer no irme nunca, pero supongo que no son más que palabras, y aún busco la forma de encajar mis pedazos en tus huecos. De cubrir los agujeros que nos hicimos a la desesperada, para poder respirar. Que tengo miedo de que un día te congeles en silencio, mientras duermo, llevado por ese viento frío que se te cuela por las grietas. Por eso te abrazo fuerte. 
Quiero poder hacerte feliz. Quiero ser capaz de hacer que (te) deje de doler la vida. Cogerte de la mano y llevarte adelante, conmigo. Saber cómo hacerlo, como salvarte de los clavos y las muros, hacer que te perdones, que me perdones. Dejar atrás los cadáveres que arrastramos, buscar algo mejor, juntos.
Decías que cuatro manos son mejor que dos. Y sin embargo a veces te quedas callado, serio, y sé que estás tocando cristales rotos, sé que estás sangrando; mientras mis manos se convierten en puños crispados, intento alcanzarte y no llego. Si pudiese cantar te haría una canción, te salvaría... pero solo puedo quedarme contigo, siempre. Con lo bueno y con lo malo. Tener despertares con sonrisas, y tener noches de abismos. Dormirme abrazada a ti. Confiar en que el tiempo (juntos) vaya curando, que ser feliz se convierta en costumbre, que no volvamos a despertar de madrugada con un mal sueño y un nudo en la garganta. Hacer de estar juntos nuestra forma de vida y seguir adelante. Seguir así, contigo, como cuando me abrazas y me salvas. Pero esta vez me toca a mí.


yo sí me quedo

jueves, 12 de diciembre de 2013

A través de la piel

Dicen que mirar a las estrellas es mirar al pasado. Será que todos estamos ahí, anclados, prendados, pidiendo deseos a los que ya se fueron; hasta que alguien pasa a rescatarnos. Nos toman de la mano. Dejamos atrás las luces de los muertos y empezamos a dejar de ser uno de ellos. Yo, yo no sé que habría hecho sin ti, si lo único que sabía era hundirme en las aguas negras y frías de uno mismo.
Y sé que no te gusta verme triste, pero entiende que a veces esté así, porque quiero demostrarte lo que siento, porque quiero que te alcance mi voz; y casi nunca sé cómo hacerlo.
Antes de que despiertes siempre tengo un millón de palabras que decirte, y todas hablan de esa luz que tienes, y todos ven, y todos beben, menos tú. Luego abres los ojos y me pierdo en tu verde, en tu campo abierto de por las mañanas. Y es que contigo es tan fácil que la vida fluya, que se me para el corazón cuando te veo a ti quieto. A tu contracorriente de siempre sé lo duro que te debe de resultar tener compañía en esas guerras silenciosas que yo solo intuyo cuando ya pasaron y vuelves a mí, con el pecho abierto y la sonrisa cansada. Sé lo duro que fue dejarme entrar, y lo duro que es para ti perdonar(te). Y quiero decirte lo que siento, para que no volvamos a mirar al cielo nunca más, para que puedas tener la paz que yo llevo dentro, que tú me diste. Porque no es fácil encontrar algo así; la fórmula para no tener frío nunca más. Y si supieses lo que veo yo no volvería a dolerte mirar las estrellas. Por eso pienso que habría hecho yo sin ti, bajo un cielo oscuro y hambriento, y corro a buscarte; 
y te cojo de la mano, aunque ya sé que no te gusta. En silencio. Solo me quedo ahí, esperando, creyendo, como la idiota que soy, que si me falla la voz, a lo mejor, puedes sentir cómo te quiero, solo a través de la piel.


miércoles, 11 de diciembre de 2013

Solo tú

Recuerdo aquella cama estrecha, y tú y yo diciendo que no nos enamoraríamos. Y supongo que lo dijimos en voz alta, pero nos lo decíamos a nosotros mismos. Recuerdo todas las veces que te he visto dormir, y todas las veces que soñé contigo. Recuerdo un día de principios de verano en el que me cogiste la mano, de forma furtiva. Recuerdo un viaje de autobús en el que volviste a hacerlo. Y yo ya no supe qué pensar. Y se me derrumbaron los muros, y quedé desnuda, cruzando media España, contigo, que a saber a dónde íbamos. Recuerdo no tener nada, y tenerlo todo. Y esa sensación de recuperar las alas, cuando decidí, camino del norte, que estaría contigo, incluso aunque tú no estuvieses ni para ti mismo. Las tardes de verano bajo el cielo de gaviotas, y sus noches y maletas. Recuerdo las maneras de despedirse, aquellos besos en mitad de una calle, en mitad de la nada. Recuerdo el miedo ante las puertas del cielo. Recuerdo esta calle de todos los días, siempre de noche, donde nunca me atrevía a decir adiós. Recuerdo Madrid y sus fotografías. Recuerdo el metro y el aeropuerto. Las flores, las sábanas siempre blancas y deshechas. El mar. Recuerdo mucho el mar. Y me entran ganas de llorar de lo inmenso que fue su bramido y su frío en un Abril gris. Y lo lejos que estaba entonces de encontrar un sitio en el que descansar; con su lluvia y tú siendo prácticamente un desconocido. Luego te recuerdo a ti, en una estación, con gafas de sol y yo solo con ganas de ti. Y luego ya solo esto. Solo el corazón haciéndose grande, hasta apretar el pecho. Solo algo nuevo, que siempre había estado ahí. Solo el cielo abierto y el tiempo pasando, rápido. Y la vida dejando de doler, y el abismo dejando de mojar. El agua tibia limpiando las heridas, tus manos sujetándome fuerte. El mar del verano, tranquilo y del color más bonito del mundo. Y yo recogiendo mis pedazos, para hacer algo mejor. Y yo siendo, contigo.
Solo tú y (tu) luz.



martes, 10 de diciembre de 2013

La luz

En mitad de la noche abrazo tu espalda.
Vienen a asaltarme los fantasmas
que me hacen llorar.
Pienso en ti, y en el vacío de antes de ti.
Era un vacío que parecía normal.
Ya sabes,
como en todas esas novelas
en las que no salen dragones.
Y nadie echa de menos la sombra de sus alas
hasta que aparecen en el cielo
y piensan cómo pudo ser posible vivir
antes de eso.

Un vacío que todos tapan, en sus vidas,
a golpe de normalidad de
"aquí no pasa nada".
Y yo lo oía aullar, sin encontrar el agujero,
la sangre bramaba.
Era esa sensación de estar perdiendo la vida,
escapándose,
porque me quedé congelada entre la primavera
de unas páginas y el invierno
en le que tocó crecer.

En mitad de la noche me abrazo a tu espalda,
nunca más como un náufrago
que se aferra a su tabla.
Nunca más como si fuese mera supervivencia,
como si fuese solo casualidad y circunstancias.
Sino como Prometeo y el fuego,
como Ícaro y el fuego.
Como quien decide dejar de ignorar ese abismo de vida
que llena a muchas personas.
Y tener esas noches
en las que no hay mar en el que ahogarse
sino camas en las que ver nacer
la luz
sobre la soledad.



domingo, 8 de diciembre de 2013

Más

La luz de los domingos de invierno
es como miel entre el hielo.
Que se queda pegada a las manos
y al pelo.
Luz que dura toda la semana.

Es diciembre un animal hambriento
y estamos en sus tripas
pasando el tiempo,
celebrando fiestas para no morir
de frío.

Tenemos el corazón cerca y lejos.
Tenemos estos meses a la espalda
que pasaron rápido y
será quizás que morimos.

Que quizás obtuvimos el perdón,
y estamos en el cielo.
O quizás seguimos encerrados
en el cuento.

Despertar los mediodías y
dormirse en las madrugadas.
Es nuestro plan de invierno,
de hibernación.
Estamos haciendo más
que sobrevivir.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Al final era al principio


Yo sé tu nombre.

Yo sé quién eres.
Yo te he mirado a los ojos
y me has dado la vida.


Gracias por salvarme.
Te quiero.

lunes, 2 de diciembre de 2013

el camino



¿Qué me queda ya por decir?
Si, aun con mapa, me pierdo en los dibujos de tu espalda.
Si, bajo el agua, se rompen las fronteras del piel con piel.
Que no te puedo contar nada nuevo, ni nada que no sepas ya,
pero te contaría lo viejo cada día, al despertar,
antes de dormir,
da igual. 

Haría reciente lo antiguo,
si algo tuviese la oportunidad de marchitarse en el camino.
Pero resulta que ni siquiera es una planta que haya que regar,
que al parecer salpicamos lo suficientemente lejos
y reímos lo suficientemente fuerte
como para estar rodeados de luz
y de vida.

¿Quién quiere alas?
si dejaron de importar las distancias
y ahora (y siempre) lo que importa es el camino
(contigo).



domingo, 1 de diciembre de 2013

the world was built for two

Crucé mi vida entera para encontrarte.
Aprendí a andar en horizontal.

No completé los doce trabajos,
mis tareas quedaron pendientes
y ahora acumulan polvo en alguna esquina.

Tampoco fui la hija pródiga,
o la amante eterna. Tuve que ensuciarme
con la propia sangre,
con el lodo del camino,
por salirme de la vereda.

Huí de los márgenes del cuento,
desgarrando historias y perdiendo la corona.
Ni miento ni exagero
cuando digo
que he estado perdida y rota.

Que seguí la ausencia de señales
en el camino oscuro,
para encontrarte en mitad de la nada,
sin nada que ofrecerte
más que manos vacías
y salmos quebrados.

La cuestión es que desperté
para dormir a tu lado.

Que llegué con el pelo enredado
y tú con tus ojos profundos.
Y supongo que, en mitad de la noche,
de alguna forma que aún desconozco,
nos salvamos.