viernes, 14 de noviembre de 2014

mandala

Tuvimos aquella locomotora de hierro y metal helado sobre el pecho.
Cada una de nuestras costillas crujió y se rompió como palitos de otoño bajo una lluvia de pesadas piedras.
Casi logramos burlar a la  muerte. Hasta que se enfadó.

Tuvimos noviembre que era el nuevo octubre; y que perder las formas para encontrar las llaves.
Sabíamos tantas cosas que no teníamos que saber.
Casi logramos burlar a la vida. Hasta que se enfadó.

Nos creímos a Teseo por perderle miedo al mar.
Quisimos ser quienes descendiesen, madriguera abajo.
Nunca llegamos del todo a escribir la última página.

Si hubiese podido...
Habría sido diferente.
Habría quedado sumergida el tiempo necesario para volverme un pez
y recibir en mi palacio de cristal a miles de viajeros perdidos,
con sus plumas derretidas debajo del brazo.
Habría dejado mi piel blanda y mis ojos blancos descansar en el lecho de arena;
habría sido el más feroz guardián de Ofelia.

Y teníamos el pecho hundido, latía por los agujeros que dejaban los puños.
Sobre el agua los gritos eran hondas de calma.
Así era la visión del mundo: un mar tranquilo bajo el que observaban, cientos de ojos.

Bajo llave, en mitad de la garganta, no se puede perdonar al bosque por haberse quemado.
No se puede perdonar al cielo por romperse.
No se puede porque son libres para marcharse.

Casi logramos desenredar el nudo universal
hasta que nos pilló la lluvia
y volvimos a casa, mojados.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Algo grande

Esa sensación de que nacimos para hacer algo grande se alimenta de esta historia.
Porque te miro a los ojos,
y a la vida simple de entre mantas y solo querer llegar a casa.
Y dudo mucho que haya objetivo mayor y más ambicioso en la vida
que tener esto,
que tener algo, real, tangible, como una sonrisa y un abrazo,
que te haga feliz
y dar felicidad de vuelta.

Nacimos para hacer algo grande
y lo hicimos,
y lo hacemos
a cada día que pasa(mos)
siendo grande el corazón.

Quizás no podemos deshacer lo andado y pegar las piezas de los cristales rotos
todos los platos que tuvimos que pagar,
no importa quién los estrellase contra la pared.
Pero sí podemos tener una historia para cada cicatriz,
nunca es tarde para pedir perdón
y siempre hay tiempo para empezar a hacer las cosas bien.
Para unas palabras bonitas a uno mismo,
para ser la persona que siempre quisimos ser
y últimamente hemos estado siendo,
sin darnos cuenta.

Nacimos para hacer algo grande
y caímos antes de aprender a volar,
porque es así como se hacen las cosas bien: mal.

Nos encontramos para enseñarnos a mejorar
a base de hacer las cosas mal,
para hacer algo grande,
algo bueno.

Y aquí estamos,
viviendo algo grande.
Pidiendo perdón
y perdonándonos.

Poco a poco,
como se aprende a volar,
como se disfrutan las cosas en la vida,
sin prisa
porque algo grande llega
pero nunca más se va.