miércoles, 25 de septiembre de 2013

Inefable

Es bonito estar en esta cama. Con su luz blanca y la tranquilidad de los que aún duermen.
Podría vivir así, y no dejaría de sentirme mal de vez en cuando, o de tener miedo a esos silencios de espalda y normalidad. Pero cinco minutos en esta mañana lo compensarían todo. Tratando de no hacer ruido, antes de que empiece el día y tengamos prisa por vestirnos, desayunar, salir y hacer una vida normal que señale que el verano ha acabado. Podría vivir así. Envuelta en una toalla, con la música suave y el cielo amaneciendo. Viendo como descansan los engranajes de mi vida, el engranaje de mi vida.
Salir de casa con los fantasmas bajo las suelas de los zapatos, y la cabeza erguida, para estar a la altura de tu propia vida. Para brillar tan fuerte que puedas cambiarlo todo de color. Aquello del sufrimiento opcional y de no estar solo. Todo a la vez, para derrocar los días grises que esta ciudad de piedra regala a veces, sobre el pecho.
Y todo esto que no se puede explicar, porque no puedo ordenarlo ni yo. A veces la vida duele y lo único que puedes hacer es sentirlo. Pero a veces también la vida cura, y lo único que puedes hacer es sentirlo. Y se siente así, como una mañana viendo a otra persona dormir, con la luz blanca de otoño queriendo ganar terreno. Como no estar solo en medio del mar, de la tormenta, cuando todo parecía tan lejos. En el momento justo. Despertar y moverse de puntillas.
No se puede explicar, solo sentirlo. Y es que ojalá se parase el tiempo y ojalá siga siempre adelante; como un niño en un parque de atracciones, que no sabe ni hacia dónde mirar, de tanto que ver. Como cuando creías que era el final y el destino bajo la piel, y vienen a drenarte el veneno y a insuflarte una verdad que no duela nunca más.
No sé si me explico, da igual.
Buenos días.


lunes, 23 de septiembre de 2013

Gracias

Yo, que soy muy de hablarle al otoño, no podría dejar pasar esta puerta en silencio.
Porque cómo no hablar del verano que se acaba,
sin mencionar al ladrón de sábanas y edredones.
Y despierto valiente y nunca-más-sola,
consciente del peligro que supone decir eso,
con la cara levantada,
teniendo delante un camino de octubres
e inviernos.
Pero he caído en la historia,
la mía,
y esta vez me la creo.

Despertarse con el cielo aún sumergido,
con cama y corazón de menos,
robados una madrugada.
Y aún así con más de lo que tenía
antes de acostarme.
Con el pelo enredado y sensaciones
nuevas, como un camino nuevo
por el que ir al sitio de siempre,
mi vida.

Son los últimos rayos de un verano
de carretera y maletas,
camas, ventanas, cocinas.
De una entrada, un billete solo de ida
al valor de vivir
y llámalo X.


Esa sensación de existir,
porque te han visto, conocido,
y aún no han salido huyendo,
aullando.


jueves, 19 de septiembre de 2013

Perenne

A veces el pasado da un paso adelante, y se acerca lo suficiente como para extender los dedos y rozarte un hombro. Y tú cierras los ojos. Te gustaría borrarlo todo, solo para que dejasen de doler los agujeros que el conocimiento hizo en nuestra inocencia.
Para quitarnos la venda de claridad que nuestros crímenes nos pusieron sobre los ojos. Para dejar de ahogarnos con la sangre de las heridas que no pueden curar, porque nos las hicieron con realidades siempre vigentes.
Es como renegar de un padre: seguiremos siendo su fruto aunque no volvamos a hablar de él, aunque lo neguemos cada día... Al cerrar los ojos, por la noche, nuestra piel, nuestros ojos, nuestros labios, serán la descendencia de ese pasado. De nuestros crímenes de guerra y de las veces que nosotros fuimos los asesinados, crucificados.
Hay que vivir con ello. No hay otra manera. Solo aceptarlo e intentar hacerlo mejor.
Porque si dejas que duela, si miras mucho atrás... sentirás esa urgencia de repararlo; esa impotencia y dolor de ser lo que eres... Y quedarás atrapado en un limbo: sin poder avanzar y sin poder volver a reparar los errores.

El pasado es el árbol perenne que siempre nos mira a ese lado de la carretera. No se va a ir, él no va a cambiar. Depende de nosotros cómo queremos verlo, si dejamos que nos duela y nos derrote o lo aceptamos.
Si seguimos adelante, siendo mejores, siempre podremos tapar sus ramas con otras, más verdes.


domingo, 15 de septiembre de 2013

Trying

Es difícil.
Yo también siento eso tan feo, dentro del pecho, 
las veinticuatro horas del día.
Mi monstruo. 
Haciéndome daño a mí,
para acabar haciendo daño a los demás.
Caer precisamente en lo que más querías evitar.
Ya sabes.
Es difícil.

Es como muchas noches sin dormir,
muchos años sin querer algo,
solo dejándose arrastrar.
Y resulta que la inercia de los días
ocultó el hecho de que no sé hacerlo mejor.
Ni lo soy.
Quizás demasiados años siendo cobarde.
Toda una vida. 
Escapando por el campo abierto
para no tener que enfrentar
muros
y puertas cerradas.

Un día paras a tomar aliento.
Llevas perdiendo toda la vida
si no has perdido nunca. 
Si no te han golpeado,
si no has gritado,
sangrado, 
llorado.
Ya has perdido más que todo eso.

Pero mírame,
cayendo en lo que juré que evitaría.
Llena de miedo.
Y este sentimiento
de ensayo y error,
que te hace perder(te) un poco más
con cada palabra de más
y latido de menos.

Y joder, hay que hacerlo mejor,
porque no puedo expresar este sentimiento
de hacerlo siempre todo mal
y la sensación de que no vas a ser capaz
de demostrarlo.

Porque si lo siento
pero no actúo en consecuencia
y me porto mal
y hago daño
de dentro a fuera
no sirve de nada querer.




Y tengo ese miedo
que hace que no sepa
si todo es porque soy valiente
por primera vez en mi vida
o porque sé que estoy haciendo mal
cogiendo lo que no merezco.


viernes, 13 de septiembre de 2013

our souls


Ven, porque el otoño me ha pillado por sorpresa
y desnuda.
Y corro el riesgo de morir congelada o,
peor aún,
de vivir congelada.



jueves, 12 de septiembre de 2013

Creer o crear.

El mar siempre me ha capturado. Desde siempre, tan inmenso y a la vez tan indómito. Es como un enorme cuadro en movimiento. No puedo alcanzarlo ni poseerlo. No va a contestarme. Pero sé que me ve.

Una mañana de septiembre, con música y sol colándose a través de dos de mis cuatro paredes, notar como se llena el pecho con la sensación de que en el camino difícil está escondido lo correcto.
De que hay verdades tras silencios, en palabras nunca dichas. Hay alguien, tras las puertas de este otoño, esperándome. No voy a caer aún.
Es esa libertad inexplicable es miedo que atenaza el corazón y un día, de pronto, en vez de desaparecer, se vuelve fuerza motora del valor.
Nada está mejor, ¿queríais un salto de fe? Aquí lo tenéis. Hoy creo en el futuro.
Creo,
quiero.




miércoles, 11 de septiembre de 2013

La sangre que brama

Todas esas personas que quieres,
que sufren,
que tienen el pecho abierto.
Y tú estás ahí, de rodillas.
Con las manos en la herida,
sangrando.
No puedes hacer nada.
Hace tanto que les duele que ni te ven,
ni te sienten.
No porque no quieran,
sino porque están lejos,
a oscuras y en silencio.
Ya se están yendo,
se los llevan sus demonios.
Lloras, gritas,
nada sirve para curar.
Solo se puede estar,
agarrando una mano ausente,
como si creyeses que eso
puede solucionar algo,
como si calmase la sangre que brama.
Y es ese dolor que se siente,
la impotencia,
no es que no seas suficiente,
es que ni es tu guerra,
ni tú valkyria.
Ya, piensas, lo único que queda,
lo único que puedes hacer,
es quedarte quieta, en silencio,
de rodillas, en el barro
o con el agua al cuello.
Sentir ese dolor,
porque tú también lo tienes
y no puedes dejarles solos.

Te quedas ahí,
de rodillas,
como si de pronto,
en un acceso de fe,
rezases.

No pintas nada,
no puedes hacer nada.
Pero estarás.
Es lo único que queda,
incluso cuando sientes a cada paso
que no es tu lucha,
es lo único que te queda.



No se puede salvar a nadie,
porque cada uno se salva a sí mismo.


martes, 10 de septiembre de 2013

Pero sí.



A veces vivo como si no fuese a llegar Octubre.


viernes, 6 de septiembre de 2013

Algo bueno

Me he levantado feliz esta mañana.
No podré cambiar el mundo y muchas cosas seguirán mal. Todo es igual de feo que ayer.
Pero tengo algo mejor. Y si yo puedo tener algo mejor, queda esperanza.
Tengo algo que hace que todo lo roto no corte; y me quita la urgencia de huir.

Hay algo bueno en mi vida que me hace seguir adelante,
sin la necesidad de tener que escupir toda la mierda que nos rodea.



¿y qué más se puede pedir?

miércoles, 4 de septiembre de 2013

If I had a heart

Que últimamente tengo ganas de escribir con el pecho abierto, a deshoras. A pesar de que el silencio de las madrugadas hace que mi eco me borre la sonrisa; y acabo callándome con ese abatimiento amargo del que habla y siente que su mensaje no alcanza. Se hunde en las aguas negras.
Que he bombeado tantos amaneceres buenos que tengo miedo cada vez que pierdo uno. Miedo de moverme y romper algo. Miedo de ser feliz demasiado y demasiado rápido. Miedo de despertar un día, y que no sea real, y estar sola y tener que afrontar una vida después de esto.
Porque a veces siento que la voy a cagar, que el halo de ilusión que me rodea caerá un día junto con mis bragas, y nadie levantará ya nada que no sea el vuelo. 

Es por eso que busco la trampa porque, joder, no quiero encontrarla. Porque soy consciente de qué soy, quién, y sé que alguien vendrá un día buscando mi sonrisa de vuelta: "fue un error de etiquetado, esto no te pertenece". Y se la llevará, dejándome como antes, como si no hubiese pasado todo un mundo entre mis labios. Pero sí habrá pasado. 
Porque siempre he sido impulsiva en lo que a saltos de fe se refería. Pero si pasa el tiempo y no choco contra el suelo, ¿qué hago? Tengo miedo de mirar, por si me encuentro de cara con el asfalto y mi último pensamiento es un grito desde el centro de la tierra. 

No sé si me explico. Son los putas carreteras, y la vida que no arranca, por más que pedalee, estoy encaramada a una mierda de bicicleta estática. Es como si todo hubiese golpeado tan rápido que yo, experta en dejar caer la espada, tuviese ya la armadura a los pies. Y la piel desnuda, azotada por el viento, se pregunta si seguirá siendo verano cuando llegue Octubre.

Necesito brazos por la noche. Y que me enseñen a no tener miedo.





martes, 3 de septiembre de 2013

Nudo en la garganta

Multiplicados los doce trabajos de Heracles,
con la espalda llena de heridas que curaron
y ahora son recuerdos,
momentos,
aullamos.

Superé el abismo y el deseo de derrota.
Superé la batalla propia, para tener la fuerza suficiente
como para sujetar el escudo, y no dejarlo caer.
Destruí mi vida, y maté al inocente,
siendo yo el enemigo.
Y logré tragar el nudo de mi garganta
para poder sobrevivir un día más
y quizás así encontrar la luz
que consiga hacerme creer que merezco
aún
poner mis pies sobre este suelo.

Superé las sombras ajenas,
y logré no morir de frío en las propias.
Las mil pruebas, todas autoinflingidas,
y ese miedo que me hacía huir
de la manera más dolorosa posible
fracturando mis alas al chocar con todo.

Y pude escribir las palabras más bellas,
esas que tanto me cuestan,
sobre todo cuánto más las recreo,
porque me dan el pánico y la sensación
de vulnerabilidad
de quien habla en soledad.

Pero mírame ahora,
de rodillas,
doblegada por una ciudad
y sus recuerdos de cadáveres que saben mi nombre.
Llorando,
con el frío del que vive con, al menos,
un frente de mar.
Porque siento que estoy tan lejos
que se escapa el sol.

Porque la vida se va sin mí
y yo finjo dormir
para que no me vean llorar
y digan que no perdí.

Superé los doce trabajos,
multiplicados.
Y ahora me rompe el pecho
esta ciudad de distancias e historias.
No puedo estar más aquí

(y estar menos allí).



lunes, 2 de septiembre de 2013

A circle that leads to nowhere

- La vida se gasta; quiero decir, que se consume, tío.
Y da otra calada al cigarrillo, casi quemándose los dedos.
No tengo ni puta idea de lo que está hablando.
- ¿Qué coño dices?
- Nada, joder. Bueno, no sé. Nunca es lo mismo ¿no?
- ¿Esto es por Nancy?
- Que no, tío, no tiene nada que ver con ella. Pero, joder, ¿no te das cuenta? Nunca es lo mismo.
- Es por Nancy.
- Es que necesito saber que cada vez será diferente.
- ¿Mejor?
- No, solo otra cosa.
- ¿Por qué?
- Porque si no, ¿qué sentido tiene?
El filtro medio chamuscado que sostenía se le cae de entre los dedos, dejando una mancha de ceniza en la alfombra.
- Claro, tío -digo, nada seguro de a qué me estoy refiriendo-, nunca es lo mismo. La primera vez, la segunda, la tercera... cada vez es esa vez.
- Nancy se ha ido, esta vez para siempre
- Que putada... -digo, sin levantar la vista de mis cordones manchados de barro- Estás mejor sin ella, era una zorra.
Empieza a vibrar mi teléfono en el bolsillo trasero del pantalón. Es ella. Es Nancy. 
- Eh, tío -le digo-, tengo que irme; es mi madre, ya sabes, con su puta locura seguro que quiere que vaya a abrir una de esas latas de judías que se empeña en comprar aunque no es capaz de abrir nunca...
Él asiente sin decir nada, mientras busca en los bolsillos interiores de su chaqueta otro cigarrillo. Tengo que controlarme para no echar a correr del calentón que llevo.