miércoles, 31 de julio de 2013

Llega usted tarde

Llega usted tarde para la repartición de roles.
Puede ponerse ahí y hacer de arbolito.
No crea que es un papel pequeño,
es la viva imagen de la primavera
que se desangra.
Salió mal esta vez,
ya lo sé.
Es el pago por un Octubre bueno.
¿Y el verano?
Bueno, ya lo ve
entre las dos caras de una moneda.
Puede intentarlo
y sacar siempre treses con sus dados.
No cambiará la suerte que ya fue echada.
Que llegó usted tarde
y no hay más que hablar.
Y bueno, vale,
quizás nunca sea demasiado tarde
siempre podemos besar sus cenizas.
Pero no me diga que es lo mismo
porque lo que buscábamos eran sonrisas.

Y seguro que mira el hueco de mi pecho
con muy poca discreción,
por cierto,
y se pregunta si se puede amar así
cuando las rodillas sangran
y los ojos ya no lloran.
Cuando se llega tan tarde
que perdimos la guerra
aunque se ganase la batalla.
Que el niño que l/reía
creció y se hizo de día en su noche de fiesta.
Atrévase a meter la mano
en la boca del león.
Llega usted tarde,
como todo en la vida
que siempre va tarde y mal.
Pero aún lato,
no se crea.
Precisamente por estar tan al borde
lo poco que queda en pie
se mantiene más fuerte
que aquella torre que quemé.

Ahora que me he puesto la ropa
y quitados los zapatos,
¿viene usted a salvarme?
Gracias a dios que llega tarde,
sino, quizás, habría tenido que cargar
con todos mis pesos
muertos.

El primer paso es querer salvarse a uno mismo.
Llega usted tarde

menos mal
que el mundo sigue igual
y seguimos haciéndolo todo
tarde y mal.



Memento qui sis

Tengo las piernas golpeadas, magulladas. El pelo revuelto por el viento del mar. Tengo el norte en la piel, pero he perdido las llaves del hogar. Y olvidado qué hacía antes, quién era, hacia dónde iba cuando no era siempre este verano-abril. Llevo tantos años quieta que la vida se fue sin mí. Y desperté con el pelo lleno de telarañas, de fotografías borradas.
Tengo un cuerpo nuevo y no encuentro las fuerzas para señalar un punto en el mapa; dejar las maletas y decidir qué camino tomar. Llevar el hogar más allá de los papeles garabateados en los que hablaba de mares y cielos como únicas fronteras.
Asentar la cabellera. Darse una ducha y dejar el cepillo de dientes fijo. Poner lavadoras y dejar de hacer y deshacer mudanzas.
Llevo fuera de casa más de diez años. Haciendo maletas cada dos fines de semana. Haciendo mudanzas cada año bisiesto. Y ahora no soy más que la sombra nómada de alguien que ha tenido más casas que amantes, más hogares que lugares donde ser querida.
No sé qué esperar de las ciudades, de los padres, de las personas que vienen, y se van. Y yo las veo huir de sus hogares, igual que huyo yo de cada lugar que pueda prometer curarme con una nueva enfermedad. Sin soltar jamás el terreno conquistado, sin ganar nunca una sola partida.
No me muevo, no me asiento.
Estoy de pie en mi propia vida, queriendo que alguien me invite a entrar. Moverme a mil sitios diciéndome a mí misma que busco dónde descansar. Y ya no recuerdo quién era cuando empecé el viaje; porque de todas maneras esa persona ya se fue, quedó olvidada en el andén de una estación Vitoria-Madrid-Barcelona-Alicante-Salamanca-Valladolid-Sevilla. Qué más da. Escribo a oscuras en una ciudad que no es la mía. Ninguna lo es. Y todas lo son. Como las casas. "Yo he dormido ahí, y ahí, y ahí, y ahí. Y ahí no dormí".
No quiero volver a casa. No puedo enfrentar tantas caras que me conocen, y yo a ellas no.
No puedo coger ninguna mano, porque todas tienen donde pasar sus noches. Y yo soy la que busca en cien camas la suya, queriendo recordar dónde dormía bien, dónde está el este, dónde el hogar perdido, con su habitación de niña, con su armario demasiado pequeño y su cama para dos, cuando menos falta hacía un compañero de viaje.
Y aquí estoy, con las piernas golpeadas, en mitad de una madrugada, en un sofá ajeno, en una ciudad impropia, con las manos vacías llenas de los fantasmas de otros. No sabiendo hacia dónde dar el siguiente paso, por no volver a casa con esta historia tan de nada, con esta cara de tan poco arrepentimiento ante lo que le hice a mi perfecta mentira.
No tengo nada. Nada más que mis propias piernas, mis propios ojos, mi propia voz, que dibuje una sonrisa. Y solo busco el hogar de verdad; allá donde se supone que siempre estás
a salvo.







martes, 30 de julio de 2013

Aunque tiren a dar

Aunque sepa que todo es así
tal y como parece
tengo esta sonrisa perenne.
Da igual si ya no salen
los caminos que tenía preparados.
Da igual si no tenemos nombre
para lo que nos recorre
el pecho, las piernas, los labios.
No importa si el camino acaba aquí
o si ni siquiera fui excursionista
y todo es un sueño
del que despierto para recordar
que yo en estas cosas ya no creo.
Que rompí más corazones
que ayunos, que papeles escritos
con los deseos que supe
que eran literatura barata.
Y de ahí nace el deseo
de ser el héroe de mi historia
y de la tuya.
De hacer el mundo a mi manera
para poder decir que no perdí
que no me equivoqué
y que estar solo
no es estar desolado.
Me devasté tantas veces
que ahora caigo entera
mis rodillas no tiemblan,
para morir rápido y levantarme
más aún,
jurando que tengo alas
y vengo a salvar el mundo
de la gente que, como yo,
que viví sin valor,
sufren por no tener más;
hasta que alguien les da la mano
y un abrazo un viernes
en una calle vieja,
salvándoles de una realidad
que es tan sólida como débiles los latidos.
Porque el calor de ese cuerpo
no se puede vender ni comprar;
no te lo da el fondo de una botella
ni mil noches probando mil pieles.
Es el calor de quien arde por dentro
y te insufla ese fuego, en la garganta
calentando aliento
cuando, aun siendo verano,
todo se siente invierno.
Romper los barrotes de la jaula,
soltarse el pelo,
abandonar el nido,
salvar a otros por (no) haberse salvado uno mismo
o salvar a otros por ver si así encontramos el perdón.
Redención.
Querer, cuidar,
porque nunca quisimos/supimos ser queridos,
cuidados.
Por todos aquellos a los que no vimos,
por las veces que nadie nos vio.
Aunque sepa que todo es así
tal y como parece
tengo esta sonrisa perenne.
Aunque tiren a dar
que lo que muere
siempre vuelve;
te lo dicen las flores de mi espalda.




lunes, 29 de julio de 2013

Heart of courage

Porque quizás no tenemos el valor para movernos
y nos quedamos así, quietos,
mirándonos a los ojos.
Me sé mejor los colores ajenos
que los míos.
La sonrisa de otros es la propia,
porque es la que se te graba a fuego
en la memoria y es a la que recurres
cuando necesitas un manual
para recordar cómo se hacía.

Por eso queremos al de enfrente
antes que a nosotros mismos.
Por eso damos antes que recibir.
Porque no ten(quer)emos espejos
y es mejor así.
Sabes que vas en la dirección correcta
cuando lloras por la vida de otros
y les pides a tus pestañas
que hagan felices a esos ojos
que no son tuyos
pero están tan dentro
que no tiene sentido mirar
si no es para ver.

Aprendemos a ser felices porque-sí
y entonces  es
cuando puedes curar con las manos
solo aferrándote fuerte a la tabla
que, perdida en el mar,
nos hunde.
No podremos salvar vidas
pero que nadie muera solo.
Que nadie sufra nunca más.
No podremos evitar las injusticias
pero daremos todo lo que podamos
para tratar de arreglar lo que no tiene cura.

Tener el valor que nos faltó para romper,
para mantener,
en arreglar este desastre de vida
limpiando los cristales rotos
la sangre y los gritos
los tragos de más.
Sacar ese valor que no tuvimos
cuando debimos haber(nos) querido (bien)
para ser felices después de caer.
Perdonarnos
Permitirnos
Luchar por causas perdidas.







Se le nota en la voz
por dentro es de colores
Y le sobra el valor
que le falta a mis noches
Y se juega la vida
siempre en causas perdidas

Coraje, y el corazón por delante

domingo, 28 de julio de 2013

Una sola puerta, de tres, abierta.

Carreteras que no llevan a ninguna parte.
Horas y horas de rueda quemada, y sobre ella palabras y más palabras.
Sonrisas y ojos que gritan esa canción que nace del pecho.
Una sola puerta, de tres, abierta.
Pero da igual,
porque derribaremos el muro
nadaremos en el cielo de las diez de un verano
apenas sin dormir.

La playa, fría incluso acabando julio.
Las camas que se separan, queriendo ir cada una a un extremo del mundo.
Las sábanas enredadas,
siempre la 303.
Poner distancias,
huir del nido,
buscar la vida donde nunca has estado
y encontrar gritos,
golpes y besos
y consuelos.
Levantarse con moratones
y sonreír y correr de nuevo.

Arena y el mar.
El sol del norte.
Pelo enredado
y piernas desnudas.

Busca tu momento
saboréalo.
Y sigue el camino
solo por el placer del reencuentro.

Una sola puerta, de tres, abierta
y decidimos tirar la pared


creer.

viernes, 26 de julio de 2013

Despeinarse

Con el viento del mar del norte en contra he levantado muros de sábanas blancas, tendidas a un sol escondido. He puesto las manos sacras sobre hombros desnudos, que fingían que no temblaban. He dormido a kilómetros del corazón más cercano.

He dejado migas de mi alma en el camino de cada persona perdida que encontré en esta playa. Como un flautista de Hamelin, seguidme, vamos a hundirnos en la tormenta de la esquina. Pero la arena se tragó mi voz, mis huellas de sangre; y ahora, limpia, miro  al cielo plagado de enormes aves que infunden el pánico a no poder volar.

Agito los brazos y parece que saludo a los de la otra acera. Pero es una guerra fría de miradas, y nadie se acerca. Nos vamos a valorar en la distancia, con el corazón en la mano, pero escondido tras la espalda. Como los besos, escondidos tras la espalda, justo en ese punto en el que no te alcanzas, el centro de todo.

Bajo un cielo blanco surcado por olas me he desnudado con la excusa de volver a vestirme, mentirme.

He pisado la tierra al amanecer, con los pies descalzos, sin pensar en esas hormigas a las que perturbo, con mi paseo hambriento. Confesiones con los ojos. Sé hacia dónde vas. Sé de qué está hecho este viaje. Confesiones con los ojos. Espero que aprendiesen a hablar tan bien como yo les enseñé, o incurriremos en el error. Yo diciendo que sí, que sí. Pero la última palabra los tienen ellos, el resto de mi cuerpo es el sumiso, mandan mis dos brasas ardiendo. Hazles caso, que yo miento.

He bailado en la ducha, en una habitación de ventanas abiertas. He bailado cuando solo había motivos para llorar y hundirse en el próximo charco. Porque no hay nada propio más allá de la curva de mi pie izquierdo, y la tierra conquistada solo eran caderas ajenas sublevadas ante su amo y señor.

Todas las cenizas con las que pinté mi cara se las llevó aquella tormenta grabada en la retina, ahora solo quiero ponerme preciosa para despeinarme.

Y vivir a carcajadas, a tragos, a gritos; por no sangrar, despeinarse y correr.

jueves, 25 de julio de 2013

Haz que arda

Recordando las listas de futuro
que hice en el pasado,
me alegro de la decisión del fuego.
Porque todos vivimos atados
más o menos fuerte
con lazos
más o menos fuertes.

Y si miramos nuestros costados
vemos las cicatrices de las alas
y las manos tan vacías
que la sonrisa nace entre las piedras,
porque tenemos el pasado de referente
para saber qué camino
no tomar.

Quemar puentes,
quemar rueda,
quemar,
para poder ser libre
y tener lo que tienes
sin necesitarlo para respirar.
Por eso hay que perder
y morir
y darte cuenta de que fuera del agua
también se respira
aunque no haya labios que te insuflen esa vida
también se respira.
Con la piel quemada al sol,
como las cuerdas,
los puentes,
los papeles (perdidos).

No es agradable andar solo
coger aire con los pulmones inundados.
No ser único e infalible,
herir(te).
Pero es la única manera de ser mejor,
superar la prueba,
los doce trabajos,
salir de entre los escombros,
las cenizas,
con el pelo manchado
y los ojos rojos

haber sobrevivido
para poder vivir.

La historia siempre comienza después.
Haz que arda.

Bu/oRN

martes, 16 de julio de 2013

Seré

Seré la indomable,
la invencible.
Seré la que subió
solo para bajar.
La disfrazada de valor
cuando solo se puede sentir miedo.
El paso firme ficticio
la voluntad inquebrantable
del que no sabe lo que hace.
Seré las hojas de verano
entre las que se cuela la brisa.
La que no ama,
y no es amada.
Simplemente está
y sonríe.
Seré la luz
y el premio gordo.
La que seguirá igual de rota
pero dejará de hurgarse las heridas
solo por ver la sangre
y pensar que se muere.
Seré el camino difícil
el sacrificio de una sonrisa
Seré la valquiria,
la vestal corrupta,
la que ponga a sus besos
el precio de la vida
o la muerte.
Seré el pelo largo tras tantos años
la que no se abandone tanto
como para ser la carga
avergonzada.
Seré la renacida
que hará que te gires por la calle
para grabar esa sonrisa
en unos ojos tan cansados
que no pueden más que hacer piruetas.
Seré todo lo que fui, lo que soy
pero ahora
estaré orgullosa de serlo.
Mira mi tablero,
siempre he estado dentro de mi propio juego.
Seré mis propias reglas.





lunes, 15 de julio de 2013

Godiva

Recoge tu ropa y corre.
No puedes pretender que el mundo asuma su verdad
porque todos vivimos negando.
Y el que abre las puertas
pierde
exponiendo el fondo de la garganta
para que cualquiera le pueda
meter un nudo.

Corre sobre esa arena que parece
que quiere quedarse contigo.
Porque a los que asumen todas las verdades
solo para decir que lo probaron todo
y siguen prefiriendo el sabor
de una nube de tormenta,
les llenan el pecho de piedras
les atan las alas a los costados
y les hacen cantar hasta perder la voz.

Recoge tu ropa y corre.
Desnuda,
con el pelo al aire;
una Lady Godiva de a pie
para tener las piernas más fuertes
que el pecho mil veces quebrantado.

Corre loca,
libre,
entre las sombras de un mediodía
apuntando justo hacia uno mismo,
bajo los pies.

El regalo de dios.
Desnuda, paseándose por la ciudad
mientras todos fingen dormir
no haber despertado
no conocer sus verdades.

El regalo de dios.
Cuando nadie miraba
tomó algún camino desconocido
y no la hemos vuelto a ver.


Ahora vivimos la paz del durmiente.
Gracias a dios.

Proud

Con estos ojos huérfanos de vidas anteriores puedo no necesitar padre, Padre.
No necesitar un camino,
correcto o no,
para perderme en otros derroteros,
derrotada, vencida,
como el hijo pródigo que se mira en el espejo
y se excita.

Puedo guardar todo el contenido del pecho
en una caja que lanzaré al fuego
en la próxima tormenta.
Y diré que de mi alma quedan los cimientos
para construir de nuevo,
sobre ella,
mil tendederos de sábanas blancas
entre los que enamorarme
de las sombras de un sol de julio.

Puedo quedarme desnuda,
vestida solo con un collar de perlas,
la lengua fuera,
despeinada,
los pies negros
de tanto correr descalza
por el asfalto caliente.

Y no pertenecer a nada ni nadie.

Y puedo darte sangre y piel
voz y lágrimas,
y seguir siendo solo mía,
de aquí a la eternidad
guardar el odio de doble filo
y sacar a relucir esta cabeza bien alta
sobre un cuello altivo.

Sé cuánto puedo pedir por mí,
sé cómo hacer la gran estafa
así que no mires mi valor real,
que yo vendo mi teatro con telón incluido.

Y es un espectáculo digno de ver.


sábado, 13 de julio de 2013

El héroe y su destino

Si no puedes romper más cosas
y se elevan muros
violentos
en tus flancos.
Es el destino,
que ofrece un camino

Puedes quedarte
atrapado
en un momento.
Pero cuando quieras andar
tendrás solo esa salida

El héroe y su destino,
el momento del golpe
y el grito.
Quién eres,
haz algo.
Sé el héroe
y ten el valor
de salvarte a ti mismo.

Así funciona,
Jean Valjean,
Eponine,
Prometeo.
Que más dará.
Todos andan jodidos.

Es la marca que señala,
al héroe y su destino.
Que si fuese fácil,
todos llevaríamos luciente armadura,
alas de batalla.

Consiste en tomar el camino duro
en hacer lo que no quieres
para encontrar qué es lo que quieres.

Seguro que el destino
es una mujer
demasiado guapa
para su propio bien.
O creer amar
o estar muerto de miedo
o el momento adecuado
y ver caer el mundo mil veces.

Seguro que el destino
es tener el vientre abierto
y tu vida esparcida por el suelo.
Sin rumbo.


Una sola puerta, de tres,
abierta.

domingo, 7 de julio de 2013

Soy

Soy la chica que siempre pensó que brillaba.
La que quería ser especial.
Soy la cura y el origen de todo.
La ciega por mirar al sol de los muertos,
queriendo que me devuelva a los que se fueron.
Soy la enferma,
la puta y los ojos.
La palabra.
Soy la redención y el error.
Víctima y verdugo.
La cabeza que rueda
y el complejo de mártir,
de Electra
de Acteón
de Penélope
de dios
de Ulises
Y todos estos complejos existen,
de verdad, lo juro.
Soy las lágrimas detrás de una cara borrada,
la voz,
el pecho egoista
y las manos generosas.
La que quiere
y la que odia.
Soy la que está
y siempre se está yendo.
La que no existe.
Soy un domingo por la mañana
de hace más de 15 años.
La niña pequeña
que nunca tenía que haber acabado
tan llena de odio
y dolor.
Contra todo.
Soy la adolescente
a la que salvaron con un abrazo
un viernes
y ahora tiene una deuda pendiente
para con toda la humanidad.
Soy la que llora pensando en la muerte
por lo que sentirán los demás
cuando abran su cabeza y no salga nada mejor.
Soy la que roba
y jura que no será robada.
La que soltó sus cadenas
para intentar que la matasen
y solo quedó mutilada.
La mala saltadora.
Soy la que busca desesperadamente
alguien con quien hablar,
pasada la madrugada
y solo encuentra espejos.
Soy la que no quiere vivir su vida
enfrentarse a ellos
curarse
comer.
Soy la que delega
y se abandona.
La que no se atreve
aunque no tenga miedo.
Soy una cortina de humo,
la señora de las máscaras,
la loca que simplemente teme
dejarse ir,
y acabar en un barco a la deriva
mirando al cielo
esperando ser tragada por una ola.
Ofelia.
Soy el miedo a Ofelia,
el grito de auxilio,
la muerta por las mentiras.
Soy la que nunca vas a conocer
el camaleón
que era puta y ángel,
al mismo tiempo.
Zorra y rota,
buena y cruel.
Soy la que pudo borrar de su mente
el pasado.
Pero no de su cuerpo.
Soy la que grita
y quema
y da patadas
porque no quiere que la toquen.
Soy la que se siente avergonzada
de ser querida.
La que se siente mala,
si no lo es.
Soy la que paga los platos rotos
de mis propios terremotos
y ya no tiene nada
más que un hambre atroz.
Soy la insegura
que asegura ser diferente
y solo sigue las mismas pautas
que todos los demás.
Soy la que cubre con sexo las carencias afectivas
de quienes se han ido
y no volvieron nunca para decirte:
"estoy orgulloso de ti,
solo por ser".
Soy la que no tuvo el valor de despedirse,
la que no tiene el valor de saludar,
de tener.
Soy la que entra
y lo rompe todo.
Soy Yoko Ono,
y John Lennon impasible.
Soy la que finge ser interesante
y lee para escapar.
La que se tumba en la cama
boca arriba,
cuando quiere desaparecer.
Soy la desordenada
que a golpe de caderas
puede contra todo lo bueno.
Soy la que se va sin saldar su deuda,
en la que no se puede confiar.
Soy la que no se deja ayudar
pero no puede vivir sin ello.
Soy la que pone mil pruebas
para que el premio gordo sea
una cara (no tan) bonita
llena de inseguridades y problemas
que no son tal,
pero están afilados como si lo fueran.
Soy el secreto
y la sorpresa.
Soy la barrera con sonrisas.
La chica perfecta
sobre un maniquí de los 50,
sobre muchos días sin nadie
sobre muchos miedos que, sucedieron
y se fueron.
Sobre muchos amores no correspondidos.
La chica sin corazón.
No soy mala,
ni buena.
Soy solo demasiado humana
en un mundo
en el que la humanidad
es lo más doloroso y cruel
que se puede encontrar.
Soy la chica que siempre fingió que brillaba
porque no quería pertenecer al resto de los mortales.
Soy la gran estafa.

Soy la que sufre encerrada
en un mundo tan triste.





Así es la vida y, al final, solo se puede aceptarlo
y, si tienes fuerzas,
tratar de trascender.

Salida de emergencia

Llegas a casa y piensas: tengo que quitarme las lentillas. Pero al final es lo último que haces.
Con la música apagada pero los auriculares puestos disfrutas del silencio. Te gusta esa sensación de que todo está expectante, conteniendo el aliento. Como si fuese por ti.

Vives de salto en salto, en tu propia película. Hoy es ayer, ayer será dentro de unos años... Te curas y te enfermas. Pasito alante. Pasito atrás.
Y ya no sabes ni qué es verdad.

Llegas a casa tan cansada que te tumbas en el sofá antes de quitarte las lentillas. Envuelta con mil sábanas. Sigues sin ser suficiente, y siendo demasiado.
La inmortal ha sido vencida. Y tiene su propio tablero, sus propias trampas... Diremos que hizo fuego.
Y volvió con la piel abrasada y sus guiones quemados. Cicatrices en la espalda, por no estropearse el pecho.

Vuelves con las manos más vacías, se te ha perdido un sueño entre la arena. Debajo de él había un descosido en el orgullo, por el que podías mirar, y ver una realidad tan fea que te ha revuelto el estómago, para los próximos días de toda tu vida. Así eres. Mira este descosido. Pues como esto todo; reina de los agujeros. Mete los dedos, ¿sientes algo?

De madrugada, otra vez, otro día más, de puta madrugada, reina de los agujeros, sigues rota. Colocando tu ficha en su posición correcta, la de siempre, la que debe. Eres un número, o dos. Eres  esa persona por-la-fuerza que realmente no tiene forma ni color, y aunque corra para estar delante, acaba siempre atrás. La chica a la que se le fundió la bombilla. Y de puta madre, ¿cómo coño se sale del laberinto? Para qué, si no traigo buenas noticias desde el pecho.

Eres el puto portero de la salida de emergencia. Ese que nunca acabó los estudios, ese que se metió de todo, y en el que se puede confiar tan poco que lo ponen ahí, vigilando una puerta que, en caso de necesitar ser usada, no puede requerir vigilancia. Soy la que morirá aplastada. La estrella fracasada que siempre espera una oportunidad. Algún día ascenderé. Hago bien mi trabajo aquí, se darán cuenta.

Llegas a casa y deberías dormir, y dejar de enterrarte en tanta mierda. Pero es que tienes tanta tanta, solo para ti, esta vez solo para ti, que hay que buscarle alguna utilidad. Porque no vas a compartirla más, porque solo puedes aspirar a un par de números en un papel, a una compasión de segunda mano, a tu psicología de bolsillo y ser la que guarde la salida de emergencia.

La persona que quieres y la persona que te quieren nunca son la misma persona.
Incluso cuando intentas quererte a ti mismo.

viernes, 5 de julio de 2013

El camino

- No hago más que cagarla.
- Si no haces más que cagarla es señal de que lo estás haciendo bien.
- Explícame esa teoría.
- Imagina que somos como esas personas que se pasan toda su vida jugando a la lotería; hemos tenido algún premio pequeño, nada importante. Cada día compramos un boleto y, cada día, comprobamos, después de que salgan los números, que no nos ha tocado el premio gordo.
Bien, pues eso es vivir. Vivir es cagarla, no una vez. La gente que dice "sufrí mucho, me estrellé, la vida duele", esas personas no saben lo que es vivir. Vivir es cagarla, una y otra y otra vez. Como un tonto. Como comprar cada día un puto boleto de lotería, sabiendo que no te va a tocar. Porque no toca nunca. Porque, en verdad, el premio gordo no existe. El premio gordo es un vacile. Y lo sabemos. Pero seguimos jugando.
En realidad, ¿queremos ese dinero?¿qué haríamos con él?
Quizás hasta el final no lo admitamos (y puede que ni entonces), pero jugábamos por jugar, por los números, por el papel, por perder y por volver al día siguiente, a lo mismo.
Resumiendo, tuvimos, cada día de nuestra vida, un objetivo, una ilusión.
Lo que cuenta no es la meta, es el camino.


Diosas de pedestal adictas a la bonoloto. Valquirias de sangre caliente. El premio gordo.

Es un vacile.
Juega conmigo.


Es curioso que, en inglés, a la suerte la llamen
oportunidad

Laino guztien gainetik, sasi guztien azpitik

Paso las noches leyendo.
Los días hablando.
Hablo mucho, por los codos, por las rodillas, por los ojos.
Construyo castillos en el aire,
entre las nubes y las zarzas.
Tengo el gen de la bruja
aquella que tenía unos ojos verdes,
y ya murió,
y decían que podía hechizarte con la mirada.

Trato de hechizar a esos niños
del asiento de delante,
en el vagón número ocho
de un tren que me lleva
al hogar vacío;
porque volamos y ella
y yo,
ya no vamos a ser nunca
como cuando yo era pequeña
y la quería de esa manera.

Y los niños,
los del vagón ocho,
que se ríen y se esconden,
crecerán.
Me pregunto dónde estaré yo.

Cuando el gen de la bruja
me lleve a donde llevó a la bruja primigenia,
¿seguirán los niños dejándose hechizar?
¿los nidos vaciándose de manera tan triste
que volver a casa
suponga no tener nada
más que un edificio ajeno
lleno de recuerdos?

¿Cuándo,
ella y yo
dejamos de querernos
y yo me llené de este dolor?

Si mi propia voz es el destino del tiempo.

amaiera

martes, 2 de julio de 2013

Qué suerte ser zurda.

Huelo,
el olor de tu piel cuando eres tú,
y es un aroma suave,
cálido. Es como bañarse de noche en el mar.
Es como volver cien veces allá donde quieres estar.

Beso,
esa línea de tu mandíbula.
Desde ahí no te veo los labios,
pero puedo imaginar que sonríes
y refugiarme entre tu cuello y tu oreja izquierda.

Toco,
centímetro a centímetro,
los rincones de un pecho y un vientre.
A veces con intenciones conquistadoras 
(otras por el placer de nadar contracorriente).

Río,
me gustan estos ojos del color de algún mar.
Cuando miran y son oscuros,
profundos.
Y están vivos.

No sé a qué ejércitos me alisté,
pero en alguna parte estoy ganando una guerra.
Aunque muchas veces jugase solo por tirar la bandera;
hoy de verdad lucho, con el pelo ensangrentado
y los ojos nunca cautivos.

Muerdo para ganar.
Canto, bailo.
No hay mayor victoria
que el vencerse a uno mismo.
Tratarse bien.

Me han salido alas en los costados;
siempre pensé que sería en la espalda,
pero no.

Bien.
Que sepas que estoy viviendo,
sintiendo,
riendo y planeando.
Tengo toda la intención de correr
hasta acabar sangrando. 

Qué suerte ser zurda
y vivir del lado equivocado.



Solo eso

Podría decirte eso de que es solo sexo,
exceso de calor,
ganas de un escalofrío.

Pero el sexo no es nunca
solo eso.

Es que tienes que ser
quien venga
a empujarme contra esa pared,
a cogerme por las muñecas
y sacar la ansiedad a mordiscos
y a golpes de caderas.

A follar mil veces con la mirada
antes de quitarse la ropa.
A empujones de lengua,
alientos en el pecho.
Los ojos,
traviesos.
Las manos,
perdidas en otros derroteros.

Podría morderme los labios mientras asiento,
haciendo como que no te estoy comiendo
con los ojos, con las piernas,
con la lengua.
Y no decir que te imagino
sin ropa,
despeinado,
sudado
y jadeante.

Podría dejar de mirarte así,
mirar para otro lado.
Pero es que el sexo nunca es
solo eso.




Cosas que cambian, gente que araña

No suelo borrar mis huellas
porque considero
que el pasado es,
con todo,
y no se puede renegar
de lo que ya se ha hecho.

Sin embargo también considero que los hay
que no merecen ni una palabra amable
para que sus corazones secos
no se alimenten
dando más espinas.

Es por eso que, 
aquí,
buenas noches
y si fuese un placer
no estaríamos aquí ahora.




lunes, 1 de julio de 2013

un orgasmo

¿Qué es la felicidad?

¿Qué coño va a ser?
Es cuando tienes un orgasmo.
Eso de que, aunque estés bien jodido,
o aunque no ames a la persona
que entra y sale de ti,
por un puto momento
te sientes bien,
mejor.

Uno no puede sentirse desdichado si está teniendo un orgasmo. Puede sentirse mal antes o, probablemente, después. Pero no puede sentirse mal durante.
¿Lo entiendes?
Eso es la felicidad. Un instante entre toda la mierda, o no. Pero un instante. Un segundo en el que amas sin pensar, en el que ríes sin chiste y en el que sonríes solo por tu propio cuerpo.
Podrías morirte, te da igual. Eso es la felicidad.

Luego todo pasa. Te sientes desnudo y cansado. Quizás te des cuenta de que la persona que está tirada a tu lado no es la persona. Quizás te echen, quizás eches. Puedes llorar treinta segundos después de la felicidad. Toda una noche. Porque ser feliz tres segundos no te otorga un escudo protector para el resto del día (mucho menos de tu vida). Eres feliz tres segundos.
El tiempo que dura un cruce de miradas cómplice en un semáforo, en una librería. El tiempo que se tarda antes del beso, cuando los alientos están tan juntos que se hace un beso egipcio, intercambiando almas. El tiempo que dura un puñetero orgasmo o lo que tardas en quitarte una camiseta, baile sexy incluido.
Porque en la vida todo lo realmente bueno y necesitado es frenético.

Y la felicidad es un destello que no dura apenas nada. Es esa luz clara y parpadeante que a veces ponen en las discotecas; y lo ves todo negro y blanco, a intervalos. Es cuando en el momento blanco ves unos ojos que te miran. Negro. Y tú contienes la respiración tres segundos, con la mirada fija en la oscuridad, esperando el blanco otra vez. Ya estás teniendo un orgasmo.

Eso es la felicidad, ¿no?



vis-a-vis

Me miras a los ojos y tú no dices nada. Pero yo puedo oír cómo me hablas, en suspiros, de tus miedos.
¿Sabes cómo lo sé? Porque yo también los tengo. Así sé todo lo que sé, lo veo porque yo también lo llevo.



¿Y qué quieres que te diga? Que la vida es bien jodida y yo tengo una espada de fuego, espada de juguete de fuego, de fuego de juguete. Da igual. Para espantar a los monstruos, un rato. Luego vuelven, porque con el tiempo descubren la trampa, y nos comen a los dos.
Que parece que estamos hechos para hacer daño y para dar un poco de amor, lo justo para que otros se enganchen a nuestra voz. Y marcharnos sintiéndonos monstruos y asesinos. Hasta el punto de que a mí misma me da miedo mi espada de fuego. De juguete. Un tiempo. Nunca el suficiente, ¿no? Porque siempre volvemos a la carga, destrozando corazones sin-querer, por no saber querernos.
Que quizás en el fondo sólo buscamos a alguien que sí sepa hacerlo, no solo querernos, sino enseñarnos. Alguien que no necesite espada, y a quien no le den miedo nuestras garras, nuestras armas.
Que tenemos la lengua muy afilada, las uñas muy largas, los dientes, muchos. Pero sobre todo tenemos esa mirada, fría, indiferente; que es capaz de reducir a cenizas sin previa llama. No calienta. Esa mirada que es una mentira enorme, que lo sé, pero sigue siendo efectiva. La mirada de: "déjame, sal de mi vida. No vales nada aquí, no te quiero; aquí".
¿Que cómo lo sé? Vamos hombre,  yo también la tengo. Si fuésemos armas vendríamos de la misma fábrica. Por eso no tienes que decir nada para que lo sepa todo. Y yo no digo nada, doy por hecho que sabes que sé. Aunque no es así. Y sí.
Porque, como he dicho, necesita(mo)s una demostración. Un primer paso, siempre ajeno, que hable, y diga esto que sé.
Que yo también ando perdida. Que yo también quiero que me quieran, que me deseen. Y cuando eso ocurre no sé que hacer con ello. Y me siento a llorar en silencio, con un ejército de esclavos que no ven más allá de mis clavículas en penumbras, entre embestida y embestida.

Que todos queremos ser salvados. Pero algunos, además, lo necesitamos muy en serio. Que nos enseñen a vivir sin monstruos, que nos enseñen que un abrazo no es solo piel con piel. Es proteger al otro con tu propio cuerpo.

Me miras a los ojos y no dices nada. Creo que esta(mo)s empezando a activar esa mirada. Prueba de fuego. Soy débil. De mis cenizas, más que un fénix, renace una carta quemada que ya ni se puede leer. Diremos que es una carta de amor, pero seguro que era una factura. Mejor.

Que no puedo soltar tu mano ni aunque esté lejos y perdida. Porque sería soltarme a mí. O, peor aún, soltarte a ti.
Y un abrazo, o un polvo, cuando se hace bien, no es solo piel con piel; es dejar entrar al otro dentro, para que te proteja en la caída, en el frío. Es cogerse fuerte y afrontar el destino. Por eso es tan importante.
¿Te lo han enseñado?
No lo sé. Sígueme mirando. Yo creo que no. Lo sé porque lo sabe Tyler. Lo sé porque yo también lo siento. Por eso no puedo soltar esta mano, aunque me ahogue, aunque me pierda y me vaya muy lejos.

Me miras a los ojos y no dices nada.
Pero yo puedo oír cómo me hablas,
y, de lo que dices, nada me sorprende,
por eso no puedo dejar de mirarte a los ojos.

Veranómada

Dicen que puedes
correr lejos de casa
y dejar migas
para que se las coman los hambrientos
y luego llorar
y culparles,
por haberte perdido
en una noche tan oscura.

Caer en sus brazos.
Pensar en el cielo bajo el que naciste
que de seguro
no es este.

Pero el hogar está en el pecho
en las manos;
en mis ojos mágicos.

Déjate penetrar,
te daré un techo
un abrazo mientras duermes.
Porque cuido espaldas nocturnas;
que es más divertido que dormir. 

Dicen que puedes huir
pero no esconderte.
Quizás se refieran a que tenemos que escondernos
sin huir.


Para tus pies, 
Atalanta.
Han hecho trampas,
la partida estaba amañada.
El fruto recogido era una jaula de amor
y no un mordisco a una manzana. 
Te han ganado tanto que has perdido
la cabeza.
Y ahora eres un león
que tira del carro de un dios.

No puedes volver a casa.
Si consigues llegar, 
nadie espera verte tras la forma 
nueva,
esclava.
No está Penélope esperándote,
no dejaste una voluntad espartana 
sembrada en ningún corazón.

Por eso eres el león regio
y altivo.
Dejaste a la hermosa cazadora,
a la apasionada enamorada;
y ahora eres a donde tus patas,
fuertes,
te lleven.

El león no cae ante las manzanas
de Afrodita.
El león no se enamora de una trampa.
El león tira del carro de Cibeles
y aún así es capaz de mantenerse
orgulloso, desafiante, libre
en sus correas.




Instrucciones de día de playa

Es como si se hubiese quedado
parado
en ese segundo en el que cierras los ojos
por el dolor
el destello.

Tiene una herida en el pecho
que sangra y hace ríos
que se pierden en el mar.

Él también está unido al agua,
llevamos la muerte escrita en la frente
y es solo un número
que no podemos ver
porque no nos gustan los espejos.
Pero ahí está.
Yo sé tu secreto,
tú sabes el mío.
Seamos discretos.

Tiene esos ojos que parecen perdidos
hundidos.
Y esas manos fuertes
para arrancarse el corazón
y cualquier otro órgano
que se atreva a sentir
hambre.

Yo aplaudo y lanzo flores,
bailo alrededor de la luna
cuando está creciendo
y me atribuyo su redondez.
¡Qué buena madre he sido!
Que no decaiga.

Tiene la sonrisa más cansada del mundo.
Pero solo porque no tenemos espejos;
porque si no gano yo
que soy experta en latir
con los labios,
con la lengua.

- Yo vivo conmigo mismo.
- Y yo con ella. Te lo cambio.
- ¡No!

Tiene ganas de ser descubierto,
descubierta.
Pánico de ser visto,
vista.

Da igual,
hablamos de lo mismo.
En diferentes carcajadas.

A mí me hace reír el sexo,
la euforia,
la autodestrucción,
el llanto.

Él no existe,
por lo tanto no tiene que reír.
Sería macabra la risa de la nada.
Pero si riese,
seguro que la alegría se le escaparía del agujero
del pecho;
en forma de vapor
con aroma de sangre y humo.
Porque ese tipo de feas heridas
son incendios suaves,
que no cauterizan.

Me baño en las aguas manchadas de sangre.
Busco la herida,
devano una sonrisa de ella.

Aprendo
a nadar
más que a no ahogarme.
Hay una gran diferencia.

Eh, los de la orilla, ¿lo entendéis?



Es como si se hubiese quedado
atrapado
en ese instante
en el que sientes que algo dentro de ti se rompe
y se te escapa el aliento
(el último)
y piensas que no podrás vivir el segundo siguiente.
En ese espacio vive él;
por eso mancha estas aguas con sangre que no es la mía
pero no viene a nadar
ni a hacerse el muerto.




Si mi piel se vuelve roja,
me perderé entre estas olas.