domingo, 7 de julio de 2013

Salida de emergencia

Llegas a casa y piensas: tengo que quitarme las lentillas. Pero al final es lo último que haces.
Con la música apagada pero los auriculares puestos disfrutas del silencio. Te gusta esa sensación de que todo está expectante, conteniendo el aliento. Como si fuese por ti.

Vives de salto en salto, en tu propia película. Hoy es ayer, ayer será dentro de unos años... Te curas y te enfermas. Pasito alante. Pasito atrás.
Y ya no sabes ni qué es verdad.

Llegas a casa tan cansada que te tumbas en el sofá antes de quitarte las lentillas. Envuelta con mil sábanas. Sigues sin ser suficiente, y siendo demasiado.
La inmortal ha sido vencida. Y tiene su propio tablero, sus propias trampas... Diremos que hizo fuego.
Y volvió con la piel abrasada y sus guiones quemados. Cicatrices en la espalda, por no estropearse el pecho.

Vuelves con las manos más vacías, se te ha perdido un sueño entre la arena. Debajo de él había un descosido en el orgullo, por el que podías mirar, y ver una realidad tan fea que te ha revuelto el estómago, para los próximos días de toda tu vida. Así eres. Mira este descosido. Pues como esto todo; reina de los agujeros. Mete los dedos, ¿sientes algo?

De madrugada, otra vez, otro día más, de puta madrugada, reina de los agujeros, sigues rota. Colocando tu ficha en su posición correcta, la de siempre, la que debe. Eres un número, o dos. Eres  esa persona por-la-fuerza que realmente no tiene forma ni color, y aunque corra para estar delante, acaba siempre atrás. La chica a la que se le fundió la bombilla. Y de puta madre, ¿cómo coño se sale del laberinto? Para qué, si no traigo buenas noticias desde el pecho.

Eres el puto portero de la salida de emergencia. Ese que nunca acabó los estudios, ese que se metió de todo, y en el que se puede confiar tan poco que lo ponen ahí, vigilando una puerta que, en caso de necesitar ser usada, no puede requerir vigilancia. Soy la que morirá aplastada. La estrella fracasada que siempre espera una oportunidad. Algún día ascenderé. Hago bien mi trabajo aquí, se darán cuenta.

Llegas a casa y deberías dormir, y dejar de enterrarte en tanta mierda. Pero es que tienes tanta tanta, solo para ti, esta vez solo para ti, que hay que buscarle alguna utilidad. Porque no vas a compartirla más, porque solo puedes aspirar a un par de números en un papel, a una compasión de segunda mano, a tu psicología de bolsillo y ser la que guarde la salida de emergencia.

La persona que quieres y la persona que te quieren nunca son la misma persona.
Incluso cuando intentas quererte a ti mismo.

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