lunes, 24 de septiembre de 2012

Nunca vuelven los veranos pasados

Nunca vuelven los veranos pasados,
y sus vidas
y sus atardeceres dorados,
nunca vuelven.

Flotamos a la deriva creyendo tener un objetivo.
Estamos presos en nuestras jaulas de existencia.

A veces me da miedo la necesidad del brazo amigo,
miedo que sea su mano lo único que me proteja del viento de levante.

No vuelven los veranos pasados.
Pero vuelven otros veranos,
viejos conocidos con los que nunca llegamos a intimar.

Verano no volverá, vendrán otros,
con el mismo nombre y las mismas promesas,
y puede que hasta mejores.
Hasta entonces disfrutaremos de este otoño, que siempre es el mismo,
con su mismo octubre,
y su mismo noviembre,
una y otra vez.
Porque nunca vuelven los veranos pasados,
pero otoño, otoño es siempre el mismo.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Enciende la luz, que hace frío

Otoño sobre verano,
lluvia sobre la arena,
tormenta sobre la cabeza.



Es la belleza en la última luz del día.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Casa

Ya ha empezado otoño, aunque no nos hayamos dado cuenta.
Esta noche tenía ganas de hablar, de cómo me convertí en una casa, y dejé de ser una persona.
Es una historia interesante.
Un día te despiertas y, cual Metamorfosis, descubres que tu brazo izquierdo es un gran muro, acristalado, con preciosas cortinas y un papel de pared color oliva; tu brazo izquierdo es otro muro, con una puerta que da a una cocina, y parece que alguien está horneando magdalenas.
Y ahora, cuando él llega a casa, no estoy yo, y a la vez lo estoy.
Están sus paredes, sus muebles, sus cosas... y yo. Soy hogar. Y nada más.

No me malinterpretéis, no está mal ser hogar, es mucho más de lo que algunos podrían llegar a aspirar...
Sin embargo aquí estoy, cálida, acogedora... Y fuera las cosas giran, cambian, algunas cortan, otras ríen, pero fuera no eres casa, eres persona.
Yo ahora soy casa.
Como en los juegos de cuando eras pequeño, y corrías a las zonas seguras que te proporcionaban inmunidad. Eran "casa". Pero al final siempre salías de nuevo a correr, al peligro, a buscar "casa" de nuevo... porque si siempre estuviésemos en casa, a salvo, no tendría sentido el juego, no habría diversión.

Él no sabe que yo soy casa. Oye mi voz y nota mi piel, pero no sabe que soy parte de las paredes, de las ventanas, de las cañerías.



A veces me siento vacía, con mis rincones oscuros.
Eso es porque mi inquilino está fuera, jugando para poder echarme de menos.

Porque no puedes hacer planes y llevarte la casa a cuestas, eso es para dueños de autocaravanas y soñadores.



Te quiero, como se quiere el hogar, la ciudad de la que huímos y a la que no volveremos. Te quiero, con la nostalgia del que sabe que no desea regresar a su hogar.