Esa sensación de que nacimos para hacer algo grande se alimenta de esta historia.
Porque te miro a los ojos,
y a la vida simple de entre mantas y solo querer llegar a casa.
Y dudo mucho que haya objetivo mayor y más ambicioso en la vida
que tener esto,
que tener algo, real, tangible, como una sonrisa y un abrazo,
que te haga feliz
y dar felicidad de vuelta.
Nacimos para hacer algo grande
y lo hicimos,
y lo hacemos
a cada día que pasa(mos)
siendo grande el corazón.
Quizás no podemos deshacer lo andado y pegar las piezas de los cristales rotos
todos los platos que tuvimos que pagar,
no importa quién los estrellase contra la pared.
Pero sí podemos tener una historia para cada cicatriz,
nunca es tarde para pedir perdón
y siempre hay tiempo para empezar a hacer las cosas bien.
Para unas palabras bonitas a uno mismo,
para ser la persona que siempre quisimos ser
y últimamente hemos estado siendo,
sin darnos cuenta.
Nacimos para hacer algo grande
y caímos antes de aprender a volar,
porque es así como se hacen las cosas bien: mal.
Nos encontramos para enseñarnos a mejorar
a base de hacer las cosas mal,
para hacer algo grande,
algo bueno.
Y aquí estamos,
viviendo algo grande.
Pidiendo perdón
y perdonándonos.
Poco a poco,
como se aprende a volar,
como se disfrutan las cosas en la vida,
sin prisa
porque algo grande llega
pero nunca más se va.
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