martes, 10 de diciembre de 2013

La luz

En mitad de la noche abrazo tu espalda.
Vienen a asaltarme los fantasmas
que me hacen llorar.
Pienso en ti, y en el vacío de antes de ti.
Era un vacío que parecía normal.
Ya sabes,
como en todas esas novelas
en las que no salen dragones.
Y nadie echa de menos la sombra de sus alas
hasta que aparecen en el cielo
y piensan cómo pudo ser posible vivir
antes de eso.

Un vacío que todos tapan, en sus vidas,
a golpe de normalidad de
"aquí no pasa nada".
Y yo lo oía aullar, sin encontrar el agujero,
la sangre bramaba.
Era esa sensación de estar perdiendo la vida,
escapándose,
porque me quedé congelada entre la primavera
de unas páginas y el invierno
en le que tocó crecer.

En mitad de la noche me abrazo a tu espalda,
nunca más como un náufrago
que se aferra a su tabla.
Nunca más como si fuese mera supervivencia,
como si fuese solo casualidad y circunstancias.
Sino como Prometeo y el fuego,
como Ícaro y el fuego.
Como quien decide dejar de ignorar ese abismo de vida
que llena a muchas personas.
Y tener esas noches
en las que no hay mar en el que ahogarse
sino camas en las que ver nacer
la luz
sobre la soledad.



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