Vas a ir a buscarla, y ella llevará un vestido blanco.
Anunciando el verano.
Como si el tiempo nunca hubiese pasado, como si el tiempo no fuera a pasar más.
Y fuese para siempre esta tarde cálida, y una estación de tren de esas de madera, destartalada.
Hay tanta luz que te vuelves translúcido, dorado.
Y el suelo está limpio, tibio, lo sientes a través de las sandalias.
Y las tiendas cerradas, porque es un mediodía de esos perezosos, de verano fresco, pero verano.
Viento que casi trae el olor de prados verdes. Del mar.
Casi hasta te gusta la arena.
Y toda la ciudad parece el decorado de tu propia vida.
Y toda la calle parece que ha sido puesta sólo para ti.
Y para ella, con su vestido blanco.
Vamos a inaugurar el verano.
Con sábanas blancas, y luz que se vuelve cobre a las 8 de la tarde, y las persianas de madera seca, dibujando raíles en las paredes.