Gritarle al cielo, con las plumas erizadas.
Porque siempre cruzo por encima el brazo derecho. Y se me asfixian las pestañas, entre tanto rimmel y tanta lágrima.
Quiero que cada grano de arena empatice con mi grito.
Y vibren las dunas, hasta enterrar un oasis, entero.
Gritarle al cielo, por no hacerlo a quien no lo merece.
Porque burbujean mis palabras por dentro. Y se funden; hasta formar otras, completamente nuevas.
Yo no te las digo, porque tú no preguntas.
Y tú no preguntas, por que no quieres, me gusta suponer.
Que es mejor una victoria por sorpresa que una derrota.
Y descubrir que en el vaso medio vacío aún nos queda una fotografía. De esas nonatas.
Que se difuminen nuestros rasgos.
¿Estabas llorando?
No, es el humo del tabaco.
Que vuela alto, como las palabras, tan alto que llega al cielo.
Y, para pescarlo, sólo tengo un grito, con las plumas erizadas.
Puños apretados y frente pegada al cristal, que no me devuelva mi reflejo.
2 comentarios:
Tengo las plumas erizadas.
Tal vez por sólo un momento el tiempo deje a mi alcance un intersticio y podré entrar al mundo paralelo donde vive mi imagen; tal vez logre hacerlo para corroborar que no hay ninguna diferencia con este mundo.
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