De la enorme tristeza que me da saber que se nos escapará la vida y todo lo desconocido seguirá desconocido.
Que los secretos más profundos descansarán aún en su oscuridad del conocimiento.
Y que no me será revelada ni a mí ni a nadie ninguna verdad universal, de esas que brillan tanto que te hacen perder la cordura.
De saber que se me escapa el tiempo entre los dedos y mi gran obra permanece enterrada en algún punto inconcreto de algún jardín trasero ajeno; entre el barro.
Que en el fondo, siendo sinceros, esto es lo que hay, y lo que queda.
Que no es poco, pero anda lejos del eterno sueño de la inmortalidad del alma en la mente, en el corazón de otros.
Deja palabras para la posteridad, palabras de esas que se te clavan como dientes en la carne.
Palabras que hagan la vida más bonita, que creen la necesidad de buscar esa magia que da la luz, esas historias preciosas que pasan sin ser vistas, si no has tenido un mago que te enseñe.
Palabras que soy demasiado cobarde para abordar, por si fallo y confirmo que esto no es lo mío, que la retórica barata y el mal vino son cosas para las noches de fiesta en las que sólo queremos quemar nuestros cimientos, y olvidar que alguna vez quisimos construir.
Que se me escapa el tiempo.
Y parece más fácil quemar.