así solía ser abril una vez perdida aquella vida en la que no existían los fantasmas.
La vida con sus cosas se quedó atrás. Llevaba a cuestas cien maletas vacías.
Eché el ancla en un puerto con un único amor, porque las sirenas no necesitan más.
Pero el marinero, el marinero siempre echa la vista atrás.
Cambié mi voz por unas piernas para no hacer ningún viaje,
tendida bajo el sol de abril que trae una noche azul y fría,
el marinero tenía las piernas enterradas en la arena,
hasta las rodillas,
pero sus manos y sus ojos eran libres
y navegaban más allá de este mar.
Hacía frío aunque brillase el sol,
como un pez fuera del agua
que se enamoró de un pájaro
de brillante plumaje.
Sus manos y sus ojos eran libres
y navegaban más allá de este mar
en el que ella se convirtió en espuma,
en un grito bajo el agua
contra el sol de hielo.