lunes, 18 de julio de 2011

After Party


Hace un año, a estas horas, en esta ciudad, que ahora me parece completamente nueva.
Con el alcohol subiéndose a la cabeza, y la existencia por los suelos.
Una noche de esas de cerrar los bares, de salir de una cueva cuando amanece, con la cabeza dándome vueltas.

Y lloré, y me abrazaste. No sé si te lo he dicho alguna vez, pero ya sabía que te iba a besar, mucho antes de empezar la noche.
Y te besé. Y no fue como en los cuentos.
La boca me sabía a alcohol; era un anuncio de que la noche acababa.
Te pusiste contento, porque te llamaron guapo.
Y yo estaba sentada encima de ese banco que siempre está pringoso dentro de un bar, en el que la luz gris del amanecer se empezaba a filtrar.

Y en aquel momento no me pareció una historia especialmente bonita.
Pero ahora sólo puedo imaginarla con un filtro como de cuento; que será el color de los cristales de la historia que construimos a nuestro alrededor.


Y sé que no (te) escribo tanto como debería, pero es que hoy necesitaba otro de esos abrazos.
Y esta siempre ha sido mi forma de hablar (a pesar de los silencios).

viernes, 15 de julio de 2011

Veinticuatro horas


Como si el tiempo no hubiese pasado.
Que ha pasado, lo sé. Lo noto en los huesos, en la piel; está como triste, cansada.
Como si siguiésemos siendo aquéllos niños que se tenían, incondicionalmente, los unos a los otros. Y no existía nada más. Porque éramos eternos. Porque el tiempo, el futuro, no existía.
Y ahora, hemos construido tan alto, tan tan alto, que a veces pienso qué pasará si se nos hunde la torre. Si seguiremos siendo capaces de respirar tan a ras de suelo. Y puede que este cielo sea una ilusión sobre el asfalto.
Pero a mí se me hace "ese" nudo en la garganta.
Ese nudo de pérdida irreversible; que os obligaría a todos a no haber crecido nunca, y seguir cantando por la calle, y seguir siendo unos niñatos como los que ahora nos parecen siempre demasiado jóvenes para hacer las cosas que nosotros ya hacíamos a su edad.

No sé si me explico.
Y no me importa. Igual que el que llora y, entre sollozo y sollozo, apenas podemos dilucidar un nombre.
Es ese sentimiento de pena que eriza la piel. Y echas de menos tu cuerpo de aquel entonces, aquella magia que se te ha escapado de entre los dedos y entre los labios.
Y te decías a ti misma que todo vuelve (al final), pero empiezas a dudar de esa ley de eterno retorno, que tenía más sentido antes.


Que no ha pasado tanto tiempo, y sin embargo a veces me sorprendo de que la mañana de un día y la noche de ese mismo día pertenezcan a las mismas veinticuatro horas. Será esa fea costumbre de dormir entre comidas.

lunes, 11 de julio de 2011

Olvidé qué día es hoy.

Recógete el pelo para entrar en la ducha, a pesar de que siempre se te acabarán mojando algunos mechones.
Mira en el espejo, tu cuerpo salpicado. Parece más bonito así.
Tápate con la toalla y escóndete en una de esas habitaciones en penumbras de verano.
En silencio.
Suspira. Promete. Espera.