viernes, 15 de julio de 2011

Veinticuatro horas


Como si el tiempo no hubiese pasado.
Que ha pasado, lo sé. Lo noto en los huesos, en la piel; está como triste, cansada.
Como si siguiésemos siendo aquéllos niños que se tenían, incondicionalmente, los unos a los otros. Y no existía nada más. Porque éramos eternos. Porque el tiempo, el futuro, no existía.
Y ahora, hemos construido tan alto, tan tan alto, que a veces pienso qué pasará si se nos hunde la torre. Si seguiremos siendo capaces de respirar tan a ras de suelo. Y puede que este cielo sea una ilusión sobre el asfalto.
Pero a mí se me hace "ese" nudo en la garganta.
Ese nudo de pérdida irreversible; que os obligaría a todos a no haber crecido nunca, y seguir cantando por la calle, y seguir siendo unos niñatos como los que ahora nos parecen siempre demasiado jóvenes para hacer las cosas que nosotros ya hacíamos a su edad.

No sé si me explico.
Y no me importa. Igual que el que llora y, entre sollozo y sollozo, apenas podemos dilucidar un nombre.
Es ese sentimiento de pena que eriza la piel. Y echas de menos tu cuerpo de aquel entonces, aquella magia que se te ha escapado de entre los dedos y entre los labios.
Y te decías a ti misma que todo vuelve (al final), pero empiezas a dudar de esa ley de eterno retorno, que tenía más sentido antes.


Que no ha pasado tanto tiempo, y sin embargo a veces me sorprendo de que la mañana de un día y la noche de ese mismo día pertenezcan a las mismas veinticuatro horas. Será esa fea costumbre de dormir entre comidas.

2 comentarios:

Sergio dijo...

Es deprimente ver como cambia la vida en un intervalo tan corto de tiempo. A partir de ahora te sigo. Un saludo.

El Drac dijo...

Hubo un tiempo lindo en que el cielo era el de todos, pero ahora el camino se detuvo; el camino bajo el cielo sigue igual de lindo para todos; aunque para alguno oscureció