de Noviembre.
Ni la luz pálida, como los latidos.
Que no es la ausencia o la distancia.
Ni la sangre que corre bajo la piel.
El viento o el pelo,
intentando alcanzar el sol,
que, dicen, que debe de andar por ahí arriba.
Aunque a nosotros ya ni nos suena haber oído de él.
Y es estúpido, porque al final no hay que tener la voz más dulce del mundo,
o los ojos más bonitos,
ni siquiera hay que ser, nada.
Es como la sonrisa las tardes sumergidas,
que se lleva,
o no se lleva.
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