Un jueves cualquiera, o un martes (que son intercambiables) se levanta antes de que salga el sol.
El colchón caliente deja las sábanas revueltas, tibias... que casi parece que hasta respiran.
Pero ella ya está en la calle, pisando las baldosas húmedas. Y la habitación en la que estaba hace unos minutos ahora está oscura, bañada por las sombras del azul pálido de las mañanas que amanecen en otoño.
Ella camina, y aún el cielo no se ha decidido si amanece o no.
Los caracoles cubren todo el camino, y ella salta las baldosas para no pisarlos.
La ciudad entera, dormida, parece una maqueta. Las calles parecen sumergidas bajo el agua, y las luces cálidas de las ventanas hablan del calor de colchones ajenos.
Podría estar triste, pero no lo está, porque a esas horas aún no existe la realidad; las personas andan por ahí llevando el calor de sus sueños en sus espaldas. A esa hora de la mañana, aún está permitido dudar de la realidad, aún está permitido ser quienes siempre hemos querido ser. Quizás por el frío, quizás por la luz; es como si nos diesen la oportunidad de cambiar las cosas, sólo en lo que tarda en salir el sol, en lo que se tarda en llegar al destino, y continuar con nuestra vida, reafirmando quienes llevamos siendo desde siempre. Olvidando qué hemos soñado esa noche.
2 comentarios:
"a esas horas aún no existe la realidad" Quién sabe, querida Valkyrie, si el estar en el mundo virtual sea exactamente como esas horas en que aún no existe la realidad y se nos es permitido dudar de ella.
Un gran abrazo
Llegué aquí ayer (no me dio tiempo a comentar, pero sí a hacerme seguidora) y me gustó tanto tu blog, cómo escribes, las bonitas historias que cuentas, que me pegué un buen rato leyendo entradas antiguas.
El reglamente de vuelo es simplemente GENIAL :) Sobretodo la Regla número IV.
Me quedo por aquí :)
muaaak.
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