Se quemaron todos los campos,
todos los puentes,
que dejaban a su paso.
Les sorprendió
mirándose
la primavera.
Y de pronto ya fue verano
con su noche y sus hogueras
con su viento helado
de mar
entrando por la ventana
abierta
de un hotel cualquiera.
Se quedaron atrás las páginas en blanco
al sol,
que buscaban un principio
al que imponer nuestro final.
La arena siempre fría,
el agua siempre oscura
golpeándose contra las rocas.
Era todo un pequeño mundo
que se derrumbaba para volver a nacer,
cada madrugada temprana,
con su cielo claro y silencioso.
Y ahora,
tantas olas después,
sigue siendo el mundo igual
y el verano y sus noches.
Y está él
y todo lo demás,
está menos que antes.
Excepto la luz,
y los amaneceres suaves
y las ventanas abiertas.
1 comentario:
Cuatro manos. :)
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