sábado, 28 de marzo de 2015

Luz




Lo segundo que me gustó de ti fueron esos momentos de escudo al suelo que te daban en la madrugada. En los que sentía que, de vez en cuando, era yo quien tenía que abrazarte y enseñarte que había luz en las noches más oscuras. Que estábamos rotos pero, cuatro manos siempre buscan más que dos.
Y siempre podríamos salvarnos cayendo en el otro.






1 comentario:

Anacleta dijo...

No solo cuatro manos agarran mejor que dos, dos brazos ajenos abrazan más, un otro puede ver el lado que nos ocultamos a nosotros mismos, y como vos decís, un otro puede salvarnos cuando nos dejamos caer en él.
Saludos, Ana.