miércoles, 8 de enero de 2020

Ellas

Blandiendo
espadas de fuego
veinte valquirias
con un mismo nombre
me llaman al combate.

Son las ruinas de un dogma,
herederas de una religión extinta.

Todas con la misma máscara,
me acogen,
me dan un nombre.

Ya he habitado antes sus muros.

Y me dejan marchar,
con una promesa en los labios.

Vuelvo a su templo,
pero quedan solo escombros

y un ojo gris que me mira
entre las grietas de la madera,

y unas uñas cansadas que arañan
alguna pared lejana.

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