No conoce aún la magia del otoño
pero tiene en los ojos su luz dorada
y sabe de los árboles perennes
y los atardeceres exangües.
Mira en el buzón todos los días
domingos y festivos
mañanas o madrugadas
no porque espere ninguna carta
sino por crear rituales.
Se duerme si le tocas la cabeza,
sonríe cuando baila
y viaja lejos cuando piensa.
Tiene un pasado de huertas y martillos.
Fue criado por un roble y en lugar de libros,
tenía un carnet.
Hace música con lo que toca
descubrió el baile en mitad de la noche
y se salvó de la madrugada helada.
Ahora es pirata,
se sabe todas las canciones
y tiene las manos cálidas.
Nunca se enfada
igual que su fuego,
por mucho que sople el viento,
nunca se apaga.
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