Asomo la nariz
por el abismo que nos separa
una grieta en un extremo del mundo
lo suficientemente pequeña como para poder vivir
entre ella
lo suficientemente grande como para
estar ahí.
Viene un aire frío
como un aliento de invierno
contra los cristales
sobre las baldosas
entre las rendijas de la puerta.
Una distancia lo suficientemente grande como para hacerme a mí
diminuta.
Un horizonte infranqueable.
No tiene mi mente
el potencial
ni mi cuerpo la capacidad.
Podemos
navegar juntos
reír
vivir
ignorar ese agujero profundo y oscuro
que lleva hasta el corazón
de tu conocimiento
y me deja a mí
en la superficie inane
a la que pertenezco.
Como si pudiese ser parte de un mundo
que me es ajeno
colarme en una fiesta de año nuevo
fingir que es mi elemento
que puedo respirar el agua
que sé nadar
que no me ahogo
que no lloro
que soy
cuando no soy.
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