martes, 13 de octubre de 2009

Onírico


Coge un tren y se olvida la chaqueta. Olvidando que allá a dónde vaya hace frío.
Del color embotellado de los viajes oníricos...
Baja del tren y recorre las calles. Calles que han pisado zapatos conocidos.
Y nadie sabe que ahora son sus pies los que caminan hacia ningún sitio.
Podría llamar y decir que está ahí... podría, pero no lo hará.

Mira cada ventana imaginando quién estará detrás, y la brisa nacida como antagonista del calor asfixiante hiela la punta de sus dedos.
Pasa la mañana en un banco, en un parque, el que ella imagina el correcto... pasa las horas sintiendo el cuerpo entumecido.
Tenía planeado pensar qué decir, cómo sonreír... no obstante se le ha olvidado todo, y se contenta con recordar que debe respirar antes de que pasen 18 segundos.

Tiene esperar muchas horas más aún, para que él llegue justo-cuando-seguro-que-ya-no-aparece.
Cuando, un segundo más tarde, la esperanza se hubiese disuelto entre las aguas del cielo.

Y al final resulta que sus manos eran más grandes, y al final resulta que, por mucho que recordase lo contrario, nunca había tocado su piel.
Camina por la calle aferrándose a una camiseta. Le gusta tocar gente que nunca ha sentido, pisar baldosas vírgenes, respirar nubes nuevas.

Y está segura de no querer regresar, aunque sus sentimientos vuelen a voluntad de unos dados de veinte caras, durante los dos segundos incoloros que dura un sueño, está segura de no querer regresar.

Despierta entre azules y blancos, bajo el mar.
Le duelen las mejillas de sonreír. Le duelen los pulmones; llenos del humo de mil trenes.



Puedo escribir y no disimular.
Es la ventaja de irse haciendo viejo...

domingo, 11 de octubre de 2009

Girl next window



Hoy la he visto de nuevo, tras meses de silencios y luces apagadas, ha vuelto.
Todo ha empezado con esa música, la que siempre ponía ella a las noches, la que ponía yo a todas horas; por que ¿cómo no amar aquella música de la que ella no se cansaba nunca?

Hoy, tras días de angustiosa espera, de citas de uno y soledad, ha venido.
La he visto radiante, como siempre, bajo esa luz que es sólo suya.
Sonreía, y no he tenido el valor de preguntarle si por mí, por su música (que sé que dejó aquí, conmigo) o por quien se la llevo tan lejos, de mi lado.

Se acerca a mí, me acaricia, me habla. Se disculpa y, aunque lo hiciese mientras me arranca la vida, la perdonaría. Por supuesto.
Su pelo está más corto, pero sigue oliendo a fresa y menta.

Hoy, al fin, tras días sin ella; tras sentir cómo me quemaba la piel cada segundo sin su voz, ha regresado. Me ha pedido disculpas. Y yo, que siempre la sentía tan lejos tras el cristal, que siempre sentí su presencia como una fotografía de la que uno se enamora, he visto cómo se rompía su marco; ha abierto la ventana, me ha tomado entre sus brazos.


Lo último que he podido sentir mientras todo mi cuerpo temblaba, débil, era como sus lágrimas resbalaban por mi cuerpo mientras me depositaba dentro de mi ataúd plastificado, junto a papeles que escribió de su puño y letra... muero entre sus palabras, muero entre sus recuerdos.

Se ha disculpado porque hizo sol, porque se cayeron las flores que hice nacer para ella... Y ya ni siquiera me quedan hojas que agitar a su paso, a modo de ovación.
Ha regresado y sé que solo para despedirse de mí.
Y yo sonrío y cierro mis ojos, porque llevo mucho tiempo esperándola, por eso sonrío.


... Porque, si la quería tanto, era por su sonrisa.
Esa que sé que esbozaba sólo para mí...


...Si ella supiera que no me mata más que su ausencia... que con ella, puedo vivir del aire...

sábado, 10 de octubre de 2009

Por solidaridad.



Te/nos hace(mo)s viejo(s) de la forma más relativa.
Vendrán las arrugas, las sonrisas y disgustos. Las tensiones, responsabilidades.
Pero envejecemos a bocanadas de aire. Devoramos, engullimos el tiempo, las palabras.
¿Recuerdas?
Es que te haces viejo. No mayor, ni anciano.
Viejo como los tomos de los libros de páginas apolilladas.
Tus ojos, los míos, cada día de un sepia más sapiens y menos puro.
Porque no queda virginidad en nuestro cuerpo, en nuestras selvas, hoy prostitutas.
Y es que te vendo información y tú compras de mí. Luego cambiamos de papel.

Túmbate sobre la cama. Y habla.
Pero no me beses en la cara, que me enamoro.

Con lo que nos sobre hacemos barcos. Nos los fumamos.

Y, cuando creces, todo se te queda pequeño. Las ciudades, por jóvenes o vetustas, se encogen. Las patas de las mesas se acortan, tus padres se agachan, para hablarte cara-a-cara.

Te haces viejo, y notas como las paredes del mundo se te quedan pequeñas, como un traje muy usado que sentimos que, de tanto verlo, es nuestra piel.
Tumbados al sol. A ver si se nos quema la piel.

Nos hacemos viejos porque puedo recordar las calles de una ciudad antes inexplorada.
Porque conoces más nombres que caras. Más palabras y fotografías. Y más cielos que suelos.

Por solidaridad, se hacen viejos los relojes y los calendarios conmigo.

Se hacen viejos los domingos, se hace vieja hasta mi voz.

viernes, 9 de octubre de 2009

Ya no te quiero.


Ya no te quiero.
De pronto mi fuego ardiente se enfría. Me miras a los ojos, atónito.
No es que el querer o no querer se extinga en un día; no es que acabe de sentir el palpitar negativo de un corazón (el mío)... No, no es nada de eso. Pero no sé explicarlo... y tú tampoco me dejas hacerlo.
Por-si-acaso.

Los besos tienen el sabor amargo de un té frío, sin azúcar. Me relamo los labios.
Y sonrío como un gato.
Espero a que se acabe mi canción. Pero tú ya no la oyes.
Me miras a los ojos, ves dos puertas abiertas. No invitan a entrar.

Volvemos a la retórica mundial y a la metafísica de las mariposas.
Volvemos al camino, bajo la luz de diez farolas, y La parpadeante.

Diez palabras que pintar, y recuerdos que reviven los retazos de mi amor.
Siento, como se sienten las lápidas: frías, ásperas.
Siento sus nostalgias, sus historias.

Me das un beso que, esta vez, tiene el sabor del agua tibia de un jarrón.
Las flores, muertas, brillan por su ausencia.



"Tienes cara de monarca...
¿estás seguro de que tus padres no eran hermanos?"

martes, 6 de octubre de 2009

De reina de picas a reina de las estúpidas...


Amigos demasiado lejos como para que puedan escuchar tu voz.
Amigos demasiado cerca como para que puedan ver esa leve mueca que esbozas cuando te duele por dentro por-que-sí.
¿Por qué coño lloras? [se pone nervioso y su solución consiste en echar cal sobre la herida y una tirita de colores, como las del primer día: en que os conocí. Ése en el que ella sacó vendas y tiritas de Pinocho y en post-borrachera nos decoramos la cara, las manos, las piernas... Sí, aún lo recuerdo. Las-noches-más-felices-de-mi-vida].
Recuerdos que no son míos. Ya no.
Arte en decadencia: la caída eterna.
Cómo digo que necesito estar sola.
Necesito un abrazo. Uno viejo, muy viejo. Uno nuevo, muy nuevo.

Ventilar.

¿Cómo van las cosas por ahí?¿Qué pasó con aquella chica?
Me acuerdo de todos, y ojalá no sintiese aún la droga que me inyectaron.
El mismo techo, la misma luz, los mismos días, las mismas horas... si pudiese elegir... querría regresar.
Cuando éramos casi hasta las mismas personas. Y sólo reía y reía. Y lloraba por temas tan estúpidos y batallas tan endebles, tierras tan mal defendidas que, una vez ganadas, deseo devolvérselas a su dueño y volver a atacar, una vez más, jugando.
Quiero reunirlos a todos y guardarlos para siempre.

Deja de llorar, asustas a los invitados.
Meses de felicidad pasando factura.
Echas de menos lo que dejaste marchar y tienes ganas de apartar lo poco que te queda.

Reina de las estúpidas.



Ven, joder, dime que tenías ganas de venir, de verme.
L a r e i n a d e l a s e s p i n a s e s d e l t i p o m á s e s t ú p i d o d e r e i n a s

lunes, 5 de octubre de 2009

.Water.


Dejas caer tu mano, y las aguas se estremecen al roce de tus dedos.
El agua te envuelve, sabe que estás ahí, y te abraza, te hace suya; te toca, te besa, te mira. Y de nadie más.
Quiere penetrar dentro de ti, así como tú has entrado dentro de ella.
Sientes sus dedos enredados en tu pelo, sus piernas en torno a tu cintura.
Explora. Se cuela.Luchas contra ella, contra su hechizo. Luchas con tal fervor que incluso te duele.
Te asfixia su peso sobre el pecho y la vez ondulando, reflejando la luz a su alrededor como su fuese una estrella ígnea, independiente de otro fulgor que no sea el suyo.
Intentas resistir el embrujo y su hipnótico baile se vuelve ondulante, voluptuoso, intenso.
Olvidas todo juramento de lealtad a una mujer, una patria, una bandera.
Si algún día dijiste "volveré, amor mío", "sí, capitán"...Si algún día amaste algo que no era cuanto hoy envuelven estas aguas, desde luego ese hombre no eres tú.
Ella te acuna, te mece, te ama por todos los poros de tu piel, y ama del mismo modo cada partícula de aire que entra y sale de ti.
Lloras. Sin embargo no eres consciente de ello; con el dorso de la mano ella te ha secado la lágrimas.
Vuelas en torno a ella, te ha dado alas.
Habrá quien diga que flotas, doble error: Te hundes y lejos de suspenderte en el océano, agitas tus alas, bien las sientes a la espalda.
De pronto te mira a los ojos de esa forma que hace olvidar cuánto duelen las cicatrices.
Sonríes.
Entonces, con la lengua, abre tu boca. Se desliza dentro de ti.
La dejas entrar, tocar tu alma; si no estuvieses tan cansado de batir las alas, la abrazarías, pero únicamente puedes dejarte llevar.
Piensas que no quieres volver a respirar nada más que su piel.
El cielo se cierra sobre tu cabeza, dejas de ver y te entregas a ella, igual que ella se entrega a ti.



Dejas caer tu mano y las aguas se estremecen al roce de tus dedos.
Luego.. desapareces.

jueves, 1 de octubre de 2009

Bedtime.




Si algún día tienes hijos; cuando los tengas, no olvides contarles cuentos, todos los que no te contaron a ti.
No olvides regalarles muñecas y balones, indiscriminadamente.
No olvides que no se forman solos. No los malcríes.


Si algún día decides casarte, no olvides a todas las demás, no olvides que es probable que ellas no te hayan olvidado.
Y sé tolerante con los recuerdos de ella, son tan importantes como los tuyos.
Nunca eches tierra sobre el pasado, busca un marco bonito y ponlo sobre tu chimenea.

Si algún día te compras una casa, hazlo donde te guste el color del cielo, donde, de vez en cuando llueva, y por supuesto que nieve.
Ten en cuenta la estación de trenes más cercana, nunca sabes cuándo puedes necesitar huir.

Si algún día recuerdas cuando eras joven, sonríe en lugar de añorar, porque, si hay suerte, no habrás olvidado dónde encontrar a los que ahora te acompañan.
Lee.

No olvides el primer amor, el último, los intermedios, pero, sobre todo, no olvides a los que aún te esperan.