sábado, 10 de octubre de 2009

Por solidaridad.



Te/nos hace(mo)s viejo(s) de la forma más relativa.
Vendrán las arrugas, las sonrisas y disgustos. Las tensiones, responsabilidades.
Pero envejecemos a bocanadas de aire. Devoramos, engullimos el tiempo, las palabras.
¿Recuerdas?
Es que te haces viejo. No mayor, ni anciano.
Viejo como los tomos de los libros de páginas apolilladas.
Tus ojos, los míos, cada día de un sepia más sapiens y menos puro.
Porque no queda virginidad en nuestro cuerpo, en nuestras selvas, hoy prostitutas.
Y es que te vendo información y tú compras de mí. Luego cambiamos de papel.

Túmbate sobre la cama. Y habla.
Pero no me beses en la cara, que me enamoro.

Con lo que nos sobre hacemos barcos. Nos los fumamos.

Y, cuando creces, todo se te queda pequeño. Las ciudades, por jóvenes o vetustas, se encogen. Las patas de las mesas se acortan, tus padres se agachan, para hablarte cara-a-cara.

Te haces viejo, y notas como las paredes del mundo se te quedan pequeñas, como un traje muy usado que sentimos que, de tanto verlo, es nuestra piel.
Tumbados al sol. A ver si se nos quema la piel.

Nos hacemos viejos porque puedo recordar las calles de una ciudad antes inexplorada.
Porque conoces más nombres que caras. Más palabras y fotografías. Y más cielos que suelos.

Por solidaridad, se hacen viejos los relojes y los calendarios conmigo.

Se hacen viejos los domingos, se hace vieja hasta mi voz.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nunca le he temido al tiempo, porque no creo en el.

Aunque contradictoria mente me guié por un reloj para cumplir mis promesas y me encante celebrar los natalicios de mis amigos.

Nunca le he temido al tiempo, y a la hora de partir. Solo se que extrañare las cosas mundanas de vivir.

Me gusto tú escrito.

Angel ^^