Pongo mi música en el aire y, en el hueco silencio que me queda dentro, me pregunto qué queda en mí, tras abrir la puerta y encender la luz, qué tiembla bajo las mantas.
El tacto de la piel, los besos y la envidia de éstos, la que más duele, la peor.
Huesos que se juntan para no sentirse solos.
Dedos que se entrelazan para que no te sientas solo.
El mensaje para una reina. Despedidas.
Echo de menos a la gente que no está. Echo de menos hasta los que me sobran.
Porque tiemblo bajo el foco de un reloj de arena de plata. Como la que trae la marea.
Extiendo la mano, toco la pantalla.
Lanzo al mar una botella con mi aliento dentro de ella.
No hay respuesta.
Y crece ese espeso y frío líquido que me deja sin aire ni voz.
Sólo cabe en mí la música. Notas y notas que hacen que no recuerde dónde quiero estar.
Hace años decidí que no tenía ni sitio ni lugar.
Que estoy aquí por que quiero, y me queman las cicatrices de las alas cada miércoles de otoño, invierno.
Si me gustase mi voz, si fuese más dulce, más clara, más serena, te preguntaría: ¿Qué piensas?.
Y un "ven aquí, que tengo miedo, no me dejes sola con las voces de mi cabeza".
Si me gustasen mis labios desenterraría tu cadáver tibio y te daría un beso, cien, hasta desterrar de ti la maldición del sueño eterno.
Y llevarte después lejos. Más lejos de lo que nadie pueda hacerlo jamás, para que, cada vez que respires, que mires al cielo, me recuerdes.
Si me gustase mi cuerpo te rodearía con él, lo haría más mío que del polvo de estrellas que lo forma. Para reclamarte siempre y dejarte esparcirte por el camino.
Que sé que regresarás a mí.
Como las estrellas; bailando, cumpliendo mis deseos.
Si fuese mejor no dudaría en la divinidad del tiempo. Ni lloraría por el mar.
Y nunca tendría miedo.
El miedo que diferencia a los héroes de aquellos que cierran sus ojos para no tener que ver.
Ver que dentro de mí somos dos, o tres.
Ver que hablo mucho, digo poco; duelo más.
Ver que me tiemblan los principios y las rodillas.
Mis mentiras.
Inconfesables.
Dudas. De las que reducen mis reinos a cenizas.
Cenizas, de las que siempre nacen mis fénix; y alzan el vuelo en busca de sus dragones.
Enamorados de princesas aburridas.
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