Era de día (ya); había ido amaneciendo mientras llegábamos al portal, probablemente cogidos de la mano (o puede que no).
Estaba sonriente, como un una premonición del tiempo que aún está por llegar.
Y a pesar del sol, sentía como si la noche, mágica, larga, se hubiese iluminado.
Tenía planeado besarte mucho antes de esa noche; casi desde el primer día, pero esos son secretos inconfesables.
Recuerdo que esperé a que te durmieses. Y entonces, me puse los zapatos y me fui, despertándote.
Y por un momento me miraste como no sabiendo quién era. Sonreiste.
Al salir del portal, fuera, brillaba el sol, y yo sentía esa especie de desubicación temporal, como si no perteneciese a ese día, ese momento.
Desde entonces, no he vuelto a entrar en lo de antes, como si hubiese saltado dentro de otra persona, una mejor.