martes, 24 de julio de 2012

Mentiras


De nuevo, vuelvo a mirar la librería con recelo. Todos esos libros, alerta, inmóviles, me observan. Todos son amigos, algunos tan cercanos al corazón que dejan un vacío tras sus últimas páginas. Son amigos sí; amigos que vienen sólo de visita, cargados de historias de sus viajes a distintos mundos, realidades inexistentes. 
No, estos libros ya no son amigos, son amores platónicos, son el ídolo, la estrella fulgurante, tan brillante que quema. Son el sol prohibido y hermoso.
Por eso los temo, los evito.
Porque el dolor del cuerpo es ardiente y sangrante, pero el dolor de la mente es mucho peor, el anhelo de vivir las mentiras de sus páginas es aún peor, es húmedo, oscuro, frío, amargo… es una ausencia, es una muerte propia, un recuerdo sin materia.

Vuelvo a mirar la librería con recelo, porque no quiero que me vuelvan a hacer daño. Porque echar de menos lo vivido deja una herida, que cura con el tiempo, pero, ¿cómo cicatrizar las heridas causadas por fantasmas invisibles?

Tengo miedo de los libros, seductores. Tengo miedo de caer en el abismo de un mundo mejor, uno de mentiras, y no querer despertar jamás.