Veréis, me sincero, últimamente llevo un tiempo pensando... y creo que la palabra con la que definirme es "fracaso", y no uno de esos fracasos que te hunden bajo tierra, no, el fracaso que grita, que aúlla y araña que somos reales, humanos... fracasados como todos los que lo intentan día sí y día también.
Y todo eso de que el trabajo da sus frutos, y una mierda. Hay cosas en esta vida que se aprenden, y aprenderé... como a vivir sabiendo que una es una fracasada, a dejar de darle importancia a los trofeos y valorar más las sonrisas, que no podemos colocar en la repisa de la chimenea, y quitarles el polvo cada domingo de mes. Hay otras, sin embargo, que se tienen o no. Y se nace siendo o se aprende a disimular. Pero donde uno no es, no es, no hay más que hablar.
Soy así, el fracaso en persona, fracaso en el arte, fracaso en la palabra y en el cielo. Fracaso desde la cuna hasta donde caiga próximamente, dejando una infinidad de historias sin concluir (y es que darles un final es como firmar un fracaso, pegarle el sello y mandarlo por correo directo al centro de la tierra, con el sabor a pegamento en la lengua aún).
Porque no hay arte ni gracia en todas mis palabras. Y ya no sé ni qué escribir, ni cómo hacerlo.
De tanto imitar e imitar, de tanto intentarlo y fracasar... se me han escapado los versos, la dicción y el camino que quise abrir, a mordiscos, sobre el asfalto.
Y pasa, todo esto, porque necesitamos tener un don en algo... en música, en ciencia, en matemáticas o en letras... probamos diferentes vías que nos cuelguen al cuello un triunfo y la carga de mantener la pose, mientras sonreímos, y nos creemos especiales, y a la vez nos pesa.
Se me acaban las opciones, se me encienden unas luces que no son musas, que son LED anunciando la salida del próximo tren, el de asumir que uno es uno (más). Que cuenta como todos. Uno que no canta bien, que no es poeta, ni músico, ni filósofo ni erudito. O nunca lo suficiente, que no demasiado.
No soy un fracaso humano, soy un fracaso especial.
Llega ahora el momento de preguntarse si una necesita triunfar en algo para ser feliz.
No, claro que no.
Porque si así fuera, cómo iba a vivir todo lo que me queda? A valorar aquello que tengo, aquello que no son MIS dones?
Que cuanto más lo intento, menos puedo.
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Dulce agonía de los martes por la tarde.