La primavera se resistía a venir, y el invierno a marcharse. El sol agradecía las vacaciones lejos de su núcleo egocéntrico-vital, y cada día sus amigos, sus ojos y sus baldosas se cansaban más de ella.
El eje terráqueo se inclinaba cuesta abajo, propiciándose un vertiginoso descenso que haría que la tierra la engullese, abriendo sus inmensas fauces abisales. Y ella, como en todas las ocasiones que no es cuesta arriba, soltó el manillar, dejó descansar los pedales, y comenzó a sentir la tarde a sus espaldas y el viento del sur en su cara, o quizás fuesen los humos del averno.
Hacía mucho que no quería ser buena, que no perfecta, hacía mucho que todo iba bien, y sabía agridulce. Y no tenía nombre, no tenía sonrisas y no se creía sus propios besos.
Tarde o temprano el impacto contra el suelo se haría inminente, y entonces tocaría explicar varias cosas... hasta entonces pensó que su destino no era tan horrible, a fin de cuentas había estado robándole la felicidad al mundo. Ahora necesitaba un faro que le indicase el camino recto a las rocas, ardientes, burbujeantes... Que él pidiera perdón por fallos no cometidos, un ventanal y un nombre.
Pero era mujer, y no era resultados lo que quería no, lo que cuenta es el camino.
El camino al infierno.
3 comentarios:
lo que cuenta es el camino que hacemos para alcanzar lo que ansiamos :)
Relacionamos al tiempo, con el baile magico del sol, que nos trae las estaciones como regalo y recuerdo de que nuestro se acaba.
Aunque algunos seamos amigos mas de la luna, donde su fuerza guia el oleaje de nuestras almas.
pero al final todos alucinamos, con no perdernos en este camino al inferno.
Angel!
Te entiendo perfectamente.
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