jueves, 12 de febrero de 2009

Lady



De los pies a la cabeza, aquélla era un mujer, altiva, ele/arro-gante. De ésas de anchas caderas que hacen que te gires en mitad de la Calle Mayor para mirarla. Y lo sabe.
Sus más que dos, cinco kilos de más, su estilo para andar por encima del resto de cabezas grises, y aquella maestría con la que acentuaba sus ojos y atenuaba sus ángulos más obtusos, hacían de ella no una dama, "La Dama".

Todos en el barrio sabíamos que ella valdría al menos diez veces más que aquella chica de enormes ojos oscuros e inverosímil cintura... Creo que acabó siendo modelo... no lo sé. Y sin embargo... ella, Ella, con sus años de sobra y sus ojos, siempre más allá de los edificios, viviría, leería y moriría sola, encontraría algún que otro amante casual que quisiera unirse a sus carnes una noche, o dos; prepararía café todas las mañanas, a pesar de no beberlo.
Y eso sería todo. No le deparaba el destino un futuro mejor, a ella, que, siendo apenas unos chavales más hormonados que genios, sabíamos que debía ser la reencarnación de alguna Marilyn Monroe de Madrid.

Y leyó el manual de cómo ser una "femme fatale", pero nunca le gustó fumar.
Porque cuando sólo pensábamos en meterla en caliente, no supimos expresar que hay dos tipos de mujeres: las que están destinadas a ser el polvo de tu vida, y las que están destinadas a ser la madre de tus hijos.

Ella nunca engendró más vida que la que puede crear una mujer regando un planta.

2 comentarios:

.A dijo...

el destino a veces no es justo...

Javier González dijo...

dijo un sabio que siempre era bueno llevar sombrero ya que nunca sabes cuándo va a ser necesario quitartelo...yo me lo quito...chapó