viernes, 13 de agosto de 2010

Gormenghast.

Hoy me he pasado el día entero tirada en el mismo lado del sofá, viendo películas sin prestar demasiada atención a la trama o los personajes.
En lugar de leer, he pensado en libros; y en lugar de salir a tomar un café he hablado con varias personas, haciendo confesiones aquí y allá.
La verdad es que me he reído, he contestado una carta, he ordenado algunas fotos y he escuchado música.

Ahora mismo estoy acalorada, con las lentillas ya queriendo irse a dormir a sus camas acuáticas, el hombro cansado de la misma postura todo el día y la música sonando tenue, como cuando te echan de un bar de madrugada.

Estoy sola y no lo estoy. No me preocupan ya los barcos a la deriva.
Mañana, por la mañana, quiero una ducha. Quiero ayunar un poco, limpiarme.

Es esa etapa en la que necesitas algo bonito que llevarte a los labios, algo fresco, suave. Un beso, de los de verdad. Un "algo-más" que no signifique "nada".
La estabilidad en la caída. ¿Dónde queda la gravedad bajo el agua?

Café, Tequila, Absenta, Vodka, Baileys, Batido (de chocolate), Zumo (de piña), Nestea (pero frío, que si no está inbebible).

El Gormenghast, el Kremlin... Todos tenemos nuestros recuerdos guardados en algún sitio importante.

Es que ése color sepia tiene algo entre la necesidad, el odio y el amor que me encanta.

Foto tomada, con permiso, de un bar que ahora es recuerdos.
Todos deberíamos tener ese bar de nuestros mejores años, ese bar que, como mejor final, no volverá a servirnos copas.

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