No te dedico todos los aplausos que mereces.
Ni todas las palabras que, en realidad, (te) pienso.
Porque siento que todo cuanto haga, se quedará pequeño;
a la sombra de tus manos, de tus gestos y tu voz.
Y andan por aquí, a izquierda y derecha, esas ganas de hacerte feliz.
Y no con piruetas. Para que, cuando sea yo, no te sorprendas.
Hacerte feliz porque sí.
Y sentirme realizada (como la que más).
Aunque me de miedo, por las noches,
haberme dibujado semejante diana en el pecho.
Precisamente como si,
para ser feliz, debieses arriesgarte a perder la sonrisa.
Porque, a día de hoy, merece la pena.
He dicho.
martes, 19 de abril de 2011
lunes, 18 de abril de 2011
Madera vieja, seca
Olor a sol
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De cuando la libélula observa su rostro en las aguas
domingo, 17 de abril de 2011
Wicker
A veces, de pronto, me vuelvo a hacer pequeña (más).
Como cuando no tenía nada. Y ni siquiera era tan malo,
eso de vivir de los quizás, y de las esperanzas puestas en un futuro
que tanto nos gustaba imaginar.
Y me vuelven a temblar las piernas del esfuerzo;
lloro como antes, porque, te cuento un secreto, ya no lloro (casi nunca).
Pero resultan estas noches, que te sientes tan tan lejos...
No sólo lejos, tan tan sola...
Que te juro que vuelvo a aquellos tiempos.
Al principio del camino, cuando esto no podía ni imaginármelo...
Y fíjate ahora, desde aquí arriba,
somos mucho más débiles.
Hojas trémulas esperando que el viento no sea demasiado fuerte.
Y a veces, lo es. Y tengo miedo de caer.
No creo en las coincidencias.
Por eso tengo tanto miedo.
Y me siento esta noche tan sola.
Y tan como antes, como antes de todo... Que tengo miedo que, de ser así, no sea capaz de volver(me) ahora.
Buenas noches, Mago.
Tal vez le mojó las plumas el relente de la luna...
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De cuando la libélula observa su rostro en las aguas
domingo, 10 de abril de 2011
El peso de la oscuridad
Y lo peor, ni siquiera tengo palabras.
Vuelven a quemarme los cristales.
"Pensaba que si yo no me veía,
nadie más podría hacerlo."
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De cuando la libélula observa su rostro en las aguas
sábado, 9 de abril de 2011
Mantas
- Me falta una manta. O una sábana.
A pesar de este viento de color de verano, de tardes densas y luminosas.
Me tiro en la cama, me pego a ti, y siento tu piel, alrededor.
Una pierna, mía o tuya. Y ese brazo que siempre estorba. Te cojo de la mano.
Siento tu aliento en mi cuello. Y tu calor.
Y, a pesar de todo, quieres ser mi manta.
No sé si duermes o no. Y prefiero no comprobarlo, por si entonces te despierto.
No quiero perderme este sentimiento.
Hoy pienso que eso es felicidad.
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De cuando la libélula observa su rostro en las aguas
viernes, 1 de abril de 2011
El Senescal y el Rey
Entonces Faramir rió, feliz.
-Eso me parece bien -dijo-, porque yo no soy un rey. Y me casaré con la Dama Blanca de Rohan, si ella consiente. Y si ella consiente, cruzaremos el río y en días más venturosos viviremos en la bella Ithilien y cultivaremos un jardín. Y en él todas las cosas crecerán con alegría, si la Dama Blanca consiente.
-¿Habré entonces de abandonar a mi propio pueblo, hombre de Góndor? -dijo ella-. ¿Y querríais que vuestro orgulloso pueblo dijera de vos: «¡Allá va un Señor que ha domado a una doncella guerrera del Norte! ¿No había acaso ninguna mujer de la raza de los Númenor que pudiera elegir?»
-Lo querría, sí -dijo Faramir. Y la tomó en los brazos y la besó a la luz del sol, y no le preocupó que estuvieran en lo alto de los muros y a la vista de muchos. Y muchos los vieron por cierto, y vieron la luz que brillaba sobre ellos cuando descendían de los muros tomados de la mano y se encaminaban a las Casas de Curación.
Y Faramir dijo al Mayoral de las Casas:
-Aquí veis a la Dama Eowyn de Rohan, y ahora está curada.
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