Rabia.
Rabia camuflada. Vestida de encaje. Con bucles perfectos. Y perfecta sonrisa.
Ojos que tratan de contener con tímidos parpadeos las lágrimas de impotencia. Blancos dientes apretadidos. Para contener la rabia. Y no vomitar como en un estado etílico toda la rabia que te pesa; desde las rodillas hasta ese punto en el que la mandíbula se hace cuello.
Rabia. De estar sola.
De ser la última.
De perder incluso cuando hace años que dejaste de jugar.
Rabia por los cuatro costados.
Rompiendo los remiendos.
Rabia que crece hasta justo por debajo de las cejas cuando mientes. Y siempre andas diciendo que está bien, para alimentar tu rabia.
Rabia. Es mi palabra favorita.
Que es que da hasta rabia decirla. Escupirla.
Porque la palabra en sí evoca el sentimiento.
La impotencia, la resignación, la rabia. Ahogándose.
Tan en el fondo de la garganta, que parece mentira que te creas lo que digo, entre tanto gorgoteo.
1 comentario:
yo ya no creo nada de lo que me dice..
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