miércoles, 23 de mayo de 2012

Vidas ajenas


Es curioso cómo vemos lo que querermos ver.
Vemos nuestra historia en la historia de los demás. Y vemos nuestra pena en la lluvia, cuando acompaña.
Y, si no acompaña, vemos nuestra soledad y la injusticia en su ausencia.

Vemos el amor en la sonrisa. Y vemos la traición en la misma sonrisa, cuando queremos.

Y es que, en cierto modo, somos los únicos habitantes de nuestra vida.
Todo lo que se escucha y se ve pasa por nuestro filtro existencial. Y nos convertimos en los demás, y los demás se convierten en nosotros.

Lo ajeno se hace propio, aunque sea por lejano.

Muchas veces, por la noche, antes de dormir, cuando siento angustia de la enormidad que abarca mi mundo, el que no conozco (que es igual de mío que el que me sé de memoria), me repito que me tengo a mí, que aunque esté sola siempre estoy yo ahí, y cuando estoy acompañada ahí sigo. Que no hay que tener miedo.
Que todas las historias del mundo son mías. Y mis historias son del mundo.

Y sin embargo, es tan mío lo de fuera, que lo de dentro no puede estar completo en soledad.
Y tengo miedo.

A veces prefiero que se acabe la historia que tengo en el pecho, asfixiando, antes de dormir, a todas las demás historias del mundo. Sólo por no sentir que dejan de ser mías; que dejan de ser.

A veces creo que yo misma tengo vidas paralelas, y me sorprendo mirándome en el espejo y pensando que esta soy yo, que esta voy a ser yo toda (mi) la vida.

1 comentario:

coco dijo...

Ven, que te mimo.