miércoles, 28 de agosto de 2013

No love, no glory

No hay héroes en las cicatrices. Nunca tienen finales felices las guerras, y siempre ganan "los buenos".
Cuando yo miraba, solo veía ese dolor, que lo cubría todo. Ese pasado que gritaba tan fuerte que no se podía apenas escuchar el presente (ni hablar entonces del futuro). Solo veía que tras las paredes de piedra, las barricadas, había un soldado asustado, temiendo por su vida; queriendo morir cuanto antes, porque, después de matar a otro hombre, es imposible volver a casa y sonreír, y vivir, y hacer como si nada. Hay una brecha. Para eso son las cicatrices; para recordarte que, tras la herida, no se puede volver a ser igual. Que lo que se pierde, nunca se encuentra; aunque vuelva.
Y supongo que en ese dolor, silencioso y desesperado, me vi también a mí. Con mis fracasos a rastras. Y mi miedo a no ser capaz de amar, y mis mil errores, y mis aciertos fallidos. Porque éramos ese antítesis, yo, siempre exenta de culpa, y siempre culpable. Y él, siempre acusado, y... bueno, ya sabemos cómo son estas cosas. Que la presunción de inocencia nunca se estiló en su vida. Mis manos manchadas de sangre ajena, y las suyas de la propia. Y los dos teníamos pesadillas por las noches. Y ese dolor al tocar.
Ese miedo a tener cualquier cosa, por la puta sensación de no merecer nada, o de no ser capaz de corresponder, de mantener algo bueno. Yo qué sé.
La cuestión es que fue ese dolor, que tanto atrae a ciertas personas, como el fuego a las polillas, que me abrasó. Y las polillas, que realmente nunca han sido quemadas, no podían ni imaginar las cicatrices de este fuego: marcas bajo la piel, un grito constante saliendo del pecho. El dolor. Como una piedra hundiéndose en el agua; atada a tus tobillos. Y fue por ese dolor que me quemó, como solo lo hacen los espejos, que bajé a buscarlo. A cantar en el infierno. Pagar un viaje sin la esperanza del billete de vuelta. Para cauterizar la herida, para lavar una cara manchada y prometer que el mundo tiene, a la fuerza, que ser mejor que todo esto.
Porque desde un principio se trató de no esperar nada a cambio, se trató de un peregrinaje sin final feliz. No había cura para las heridas que ya cerraron, aunque sigan sangrando; no había un objetivo o un logro. No iba a haber más que los viejos recuerdos, los mismos cadáveres, los errores cometidos. Se trató siempre del viaje, y no del destino.

Por eso no hay héroes en las cicatrices, sino en el silencio y hasta el desprecio. Mártires.
Y en las guerras nunca hay finales felices, porque, se viva o se muera, no se recupera aquello por lo que se luchaba; y la vida se pierde igual.

Cuando yo miraba, solo veía esos reveses que da la vida, que no se pueden curar, porque llegaron, se comieron los deseos, y se fueron.
Solo veía que no te pueden borrar las decepciones y la soledad pasada.
Pero es que nunca se trató de luchar contra fantasmas, sino de vivir felices, a pesar de ellos.

Ser feliz es la mayor victoria
y no sobre nada ni nadie,
sino para con uno mismo.




lunes, 26 de agosto de 2013

Serlo todo

Ser todo lo que alguien necesita
no consiste en poder salvarle de cada caída.
Sino en hacer que no duelan los golpes,
ni griten las cicatrices.

Porque no podremos evitar lo malo;
pero sí no dejar que los cristales rotos
nos hagan sangrar.

Ponerse delante de la bala
porque uno es inmune
a la munición que hiere al otro.

Ser todo lo que alguien necesita
no es evitar el miedo,
sino combatirlo
y vencer.

Porque no podemos cambiar el mundo
y sus soles negros.
Ni podemos salvar a todos,
o escapar de quienes hieren.

Pero ya no moriremos
porque tenemos quien nos saque
del campo de batalla.

Quien nos abrace una noche
de esas de abismos y precipicios.
Y no nos deje morir de frío.

En eso consiste ser todo lo que alguien necesita.
En, quizás, no poder dárselo todo;
pero sí hacer que no eche nada en falta.





Son más yo que yo misma II

Ella no lo sabe, porque tiene el don de admirar a los demás, pero camina por encima de todas nuestras cabezas.
Porque ella no lo sabe, pero tiene esas alas a la espalda que yo tanto envidio.
Esa cabeza sobre los hombros, y la fuerza del guerrero.
Tiene un pecho tan grande que no se para a pensar en sí misma, porque son sus ojos los que hacen grande su entorno. Y lo bello del mundo lo hace ella al nombrarlo.
Ella no lo sabe, pero muchas veces me ha sacado de pozos oscuros solo por su fe; que yo sé que es ciega. Tanto que a veces he tenido miedo de la luz, por si me veía y no era capaz de reconocerme.
Por eso no se lo digo, me gusta en mis tinieblas. Y por eso ella no lo sabe, pero los pétalos de las margaritas que deshoja caen, como lluvia, sobre mi cabeza. De lo alto que está.
Y como ella no lo sabe, no entiende cómo yo deseo que nunca cambie esa forma que tiene de estar en el mundo. Porque no quiero que se le manche el corazón con el barro en el que yo caí.
Porque ella es parte de la inspiración que yo necesité, para llenar mi pecho del grito de batalla que me hizo querer ser mejor.

Ella no lo sabe, pero su fe me dio fe a mí.


domingo, 25 de agosto de 2013

Tequila en vena.
El calor de un verano en Madrid.
La soledad de un salón lleno de amables desconocidos.
Un vestido que sobra.
Y ganas de entrar en la ducha a mojarse y gritar.

Saber que el daño no va a parar nunca.
Estos espejos hirientes.
Esta enfermedad bajo y sobre la piel.
Odiarse.
Gritarle a tu reflejo. Reprocharle.

Sentir que no eres suficiente.
La peor voz dentro del pecho
y aún así arreglar el puto mundo.
Querer ser algo mejor.
Por alguien.

Duele y cauteriza.
Te levantas y no llegas a tiempo.
A curar.
Con el pecho al descubierto,
pretendes dar lecciones de vida.

Buscar el amanecer en las rendijas.
Encontrarse cara a cara con la arena,
con la vida.Y darle explicaciones,
pedírselas:
Sálvale.

y yo ya me salvaré a mí.

sábado, 24 de agosto de 2013

Agua pasada

Dicen que debió de sentirse muy solo.
Que tomó malas decisiones por ser mejor.
Que encajó las balas sangrando en la retaguardia.
Que murió y siguió mandando cartas a casa.

Que buscó en las personas la fe,
para volver a latir de nuevo.
Y por salvar al mundo
perdió su vida, su nombre y voluntad.

Que se convirtió en un arma
de doble filo, herido.
Que curó con su aliento
hasta olvidar su voz.

Dicen que debió de sentirse muy solo.
Y más cuanta más gente había alrededor.
Que elevó muros gigantescos para proteger de sí
y quedó atrapado.

Se vistió de piedra, porque no arde,
cuando el interior acabó siendo ceniza.
Se arrancó el corazón, y solo hubo frío,
por calentar las manos a los hambrientos.

Y fue el silencioso asesino de sí mismo.
El obvio culpable de todos los pecados no cometidos.
La culpa aceptada, la imagen creada, perfecta sombra
para proyectar los enemigos a los que castigar.


Dicen que debió de sentirse muy solo.
Y yo
que vi, más allá de la piel y las palabras,
caigo en la cuenta ahora.
Pensando en todos aquellos que no ca(re)yeron
ni ca(re)erán,
en lo solo que debió sentirse
sangrando en silencio,
sonriente,
entre tanta gente.


Skjaldmö


Slow Motion

- Ya sabes cómo funcionan estas cosas -dice, sin apartar la vista del cielo nocturno, dibujado entre edificios con las luces encendidas-; el mundo gira y gira. A veces se está arriba y a veces abajo. Pero cuando subes ya sientes en las tripas el vértigo de la caída. Y cuando bajas, si levantas la cabeza puedes sentir el aire fresco...
- ¿Y toda esa gente dañada, que hace daño, nosotros?
- No se puede salvar a todo el mundo. Quiero decir que no puedes salvar a todo el mundo. No es que haya gente condenada, es que simplemente tú solo eres una persona más; y no una especialmente invicta.
- Pesa vivir en un escenario en el que la gente sufre, a tu alrededor. Es esa sensación de impotencia, de dolor, como humedad, que se pega a la piel y se respira, y es como si lo llenase todo... Es esa sensación de que hay cosas por arreglar, y todo va a cámara lenta. Miradas anegadas en lágrimas que se quedan, tanto tiempo, que dejan su huella blanca en la pared sucia. ¿Y lo peor? Es una guerra por miedo a vivir, de metralla y disparos perdidos. Nadie merece la herida. Y yo siempre he preferido morir primero.

Suspira, piensa lo mismo que yo.

Sin armadura, sin espada, el pecho descubierto. Soy el escudo.
Y ya no caerá nadie.




"Yo no muero facilmente
Estoy vivo bajo las cenizas
Tengo palabras enterradas en mi vientre"


martes, 20 de agosto de 2013

munición para el invierno

De cómo los veranos inundan el pecho.
Y eso de tener miedo de despertar,
por si resulta que todo era un sueño.
Dame esto
que no tiene nombre,
que no puede más que sentirse.
Esta sensación de que siempre tuvo que ser así.
De esta manera,
de este color.
Este verano que se meterá bajo la piel
con su agua y su brisa,
con sus noches y sus sofás,
camas.
Este verano de carretera
y pies sobre el salpicadero.
Autobuses y trenes.
Calor del mediodía.
Manos.
Este verano que entró después de veinte bajo un mismo cielo
y no se marchó nunca más.

Ahora vivo con unos ojos valientes
que se atreven a afrontar un invierno
si es así.
Vivo con las alas,
y su promesa.
Teniendo munición,
una voz,
una mano,
para combatir los fantasmas,
el frío
y esas manos que nos quieren desgarrar
un pedazo de nosotros.
Que nos "quieren" tragar.
Con el miedo tibio que sienten los que viven
y no ese miedo helado de los muertos,
así siento.
Ahora estoy de pie,
respiro y tengo mis cicatrices,
de derrotas pasadas,
tengo el grito de guerra y espalda con espalda
para no morir en la batalla
o, de hacerlo,
por un motivo mejor.

Tengo los mismos agujeros,
las mismas marcas.
Solo que ahora respiro,
sonrío
y quiero seguir adelante,
algo por lo que luchar.


...to death



jueves, 15 de agosto de 2013

Hibernar

Me tumbo en el sofá.
Miro al techo, blanco.
Tengo frío y agosto siempre ha sido así,

denso, pesado
en sus tardes solitarias.

Y nocturno e iluminado
en compañía.


Los libros se apilan en el suelo,
a mi alrededor;
forman torres ignífugas
que me guardan de lo de fuera
y protegen el exterior

de mí.
Sé que podrían salvarme,
pero me da pánico tocarlos
por si la historia que me cuentan
se mete bajo mi piel

y me impide
esta inconsciencia
que tanto me ayuda
cuándo solo quiero que todo siga
andando,
hacia delante.

Entonces me tumbo en el sofá,

rojo.
Y miro al techo, blanco.
Me imagino el cielo.
Me hurgo la herida del pecho
Puedo tocarme por dentro,

el alma.

Si tuviese un espejo
vería que lo de dentro
tiene el mismo color que lo de fuera.

Me toco la llaga, solitaria,
y puedo llegar hasta el corazón, si quiero.
Lo tengo sitiado, bajo amenaza.

Igual que los libros me apresan a mí
yo lo cojo a él.
Pórtate bien,
déjame dormir.


Hace frío,
no voy a necesitar urna de cristal
para quedarme aquí esperando
a que pase un poco el tiempo
y el agosto frío deje paso
al otro agosto
que me presentaron hace poco
y me sedujo en un pestañeo.
Ahora soy suya,
y él lo sabe. El agosto ajeno.

Perdí el control de la herida
y la cuenta e historia de las cicatrices.
Perdí mi vida,
mi pasado
y ahora miro al techo,
imagino el cielo.
Tengo el aliento de un amor
recostado sobre el vientre,
¿y dónde están sus labios?
y yo lo acaricio,
para que siga taponando el agujero
que me parte en dos
y amortiguando las voces
que de la sangre manan.

Fue un harakiri,
un corte autoinflingido
un vientre abierto
para drenar
el pasado

para limpiar y perder
y vivir desangrada,
derrotada

Para recuperar el aliento
en la batalla
La razón de ser,
encontrarla.

Fue una estupidez,
y un gran acierto.
Porque maté a la que hicieron

y ahora soy la que soy,
la que quiero,
aunque no la quiera.

Y sin embargo,
me tumbo en el sofá,
miro al techo.
Blanco.
Espero, suspiro.
Esta ciudad,
y sus silencios,
recuerdos,
mis miedos.

Me consumen.
Soy un forajido
de mi existencia anterior.

Orgullosa de haber sido
una marcha sin frenos.
Orgullosa de haberme volado 
la mandíbula inferior.
Para ser un monstruo invisible
y, 
a partir de ahí,
construir la carne y huesos
que yo decida.



miércoles, 14 de agosto de 2013

Naúfragos

¿Sabes cuando necesitas ese (a)brazo? Pues hoy tengo uno de esos días. Y también lo tuve ayer. Y si mañana todo sigue igual (que es lo que tiene toda la pinta de ir a pasar), tendré que salir corriendo a por él; porque esta es una sensación que hasta duele. Es como si costase andar, y respirar, como si el tiempo se hubiese detenido a la hora más calurosa del día y tuviese el pecho lleno de cemento.
Como cuando, de pequeño, una ola te tragaba y no sabías qué era arena y qué cielo. Algo así como arrastrar los días, llevarlos enganchados a la ropa. Y por mucho que estires los brazos, no logras alcanzar el objetivo.

¿Sabes esa urgencia de llegar a un puerto, por si resultas demasiado tarde, y te quedas en la orilla, varado, seco, viendo alejarse tu barco?
Así se me está echando la vida encima. Estiro el brazo y toco la madera cálida que me salva del naufragio, pero hoy es uno de esos días a contracorriente, donde la marea hace que tengas que sacar fuerzas para agarrarte a la tabla, que se mece suavemente; y te mira con sus ojos profundos, te sonríe, te salva sin decir una palabra. Y sueltas el cemento, y abandonas la resistencia, y te aferras a la madera náufraga también. A saber cuánto tiempo lleva a la deriva. A saber cuánto tiempo llevas a la deriva. Y si apoyas la cabeza en su tibieza, de pronto da igual avistar tierra.

Y yo hoy tengo un día en el que necesito apoyar la cabeza. Y rozo la tabla con los dedos. Y me devuelve la mirada, está ahí. Me roza con los dedos. Quiero la vida del náufrago que encontró a qué agarrarse, y olvidó que buscaba la tierra, para vivir libre, entre el mar y el cielo.



martes, 13 de agosto de 2013

Eurydice and Orpheus

Teníamos  mucho que demostrarnos
y mucho que entrenar,
antes de descender
a sendos infiernos.

Y salimos,
uno detrás de otro,
de la mano,
sin mirar atrás, sin mirarnos siquiera,
por no matar, con las ganas,
el trabajo de la salvación ajena.
Y hubiésemos vivido
toda la vida ese ascenso,
separados,
si con ello quedase garantizado
la supervivencia del contrario.

Así de idiotas fuimos,
cada uno un salvado y un salvador,
Eurídice y Orfeo.
Y el miedo a girar la cabeza,
antes de tiempo,
y ver, con ello, desvanecerse la propia vida.

Teníamos miedo de vivir
y de ganar.
Teníamos más ganas de morir
a manos de(l) otro
que de tratar de darle nuestro pecho
por creerlo vacío
hueco.

***

Lo hicimos mal
solo para hacerlo mejor.
Rompimos el mito.
Nos quedamos atrás
solo para,
en lugar de juntarnos,
chocar y quedar
irremediablemente
enredados
incendiados.

Porque lo fácil hubiese sido
apostar bajo,
golpear suave
y quedarse con la anécdota
de un encuentro y despedida.
Porque lo fácil habría sido
seguir con el miedo
y la vida vacía,
pensando que no hay nada
más allá de las puertas del infierno.



viernes, 9 de agosto de 2013

Soul

Le dije "quédate".
Y sonrió.
El sentimiento jamás se fue.
Igual que una cicatriz;
las hay tristes
y con finales felices.
Que lo que duele nunca es la herida
sino la caída.
Y hay marcas en el cuerpo
que se hacen con la lengua
con los ojos
con caricias noctámbulas.
Como cuando alguien guarda tu sueño
como cuando duermes mejor
si tienes quien te consuele de las pesadillas.

Le dije "quédate"
y se hizo de día.
Y el mar siempre saludó con la mano;
aún me debe un revolcón.
Y jamás se fue,
igual que estos tatuajes
que quieren decirnos algo
y a veces se nos olvida qué.
"Sigue andando"
estás arriba
o estás abajo.
Lo importante es
recordar la urgencia de actuar.

Y se hizo de día,
y subió la marea.
Y a mí me daba igual,
porque todo merecía la pena
cuando el coraje te saca de la jaula
y empiezas a sentir las alas
que quieren volar
solo para poder regresar al hogar;
que no le veo otro uso a la libertad
que el de poder ascender y,
siendo parte del cielo
decidir que lo que quieres es una sonrisa
en la que habitar.
Por eso esta tinta que recorre mi piel,
estos pies que,
aunque la cabeza se eleve,
tocan el suelo.
Y las manos que se agarran fuerte
para que todo lo que traigo de otro mundo
pueda derramarlo en este.

Llámalo magia,
llámalo X.
Estamos aquí para hacerlo mejor,
para dar todo lo que nadie nos dio,
o precisamente aquel privilegio
que un día tuvimos
y ahora estamos en deuda
para con la felicidad.
Para luchar en cada campo de batalla
como si fuésemos inmortales.
Para tener el valor de la dama
de Shalott
y bajar de la torre
a navegar,
porque vivir encerrados
encerrándonos
es lo que nos mata
y nos condena.

El valor de vivir,
el valor de volar,
el valor de mojarse,
de dejar caer el escudo
y seguir adelante.






jueves, 8 de agosto de 2013

It's a good thing

El valor que hace falta para creer
sobre las propias cenizas.
Y cerrar los ojos y andar 
por el puente, de la mano.
Para llevar fuego en el pelo
y agua en los ojos.
El valor de vivir con uno mismo
de hacer lo correcto
de elegir un camino y no volver atrás.
El valor del trabajo bien hecho
y la persona correcta
a la que quiremos bien,
mejor.

Andar bajo la lluvia un agosto
y cazar estrellas un julio 
y no tener planes de futuro
para que siempre salgan bien.
Es así como funciona el engranaje:
siendo parte de la maquinaria.
Usar los pies para patalear,
para correr,
para saltar.
Usar el corazón para enseñarlo,
que dentro del pecho no ve mundo
ni te lo pueden quitar.

Así es como se vive,
siendo lo suficientemente valiente
incluso cuando se hace tarde y mal,
para elegir vivir la propia vida
y arriesgarse a salir una noche sin ningún plan,
acabando con la ropa por el suelo
y los labios hambrientos.
Vivir sin hacer caso a las predicciones del tiempo,
del tiempo
rompiendo todo lo que sabemos,
porque fui la más firme de los oráculos
que entregaban su cuerpo a cambio de predicciones.
Y por no arrancarme los ojos,
me arranqué el miedo
y ahora duermo por las noches
sin saber lo que se supone que sé,
teniendo el valor de creer, que es 
lo más difícil que se puede hacer.

Y así, la soledad no será nunca desolación
y siempre habrá otro hogar,
ese pecho al que huir
cuando necesitemos algo mejor
o quizás solo cuando queramos divertirnos
y recordar porqué la vida merece tanto 
la pena, 
y somos criaturas tan perfectas.


Quedarse
y vivir con el coraje
de cre(c)er
en las sonrisas pasadas las dos de la madrugada.

“You think you know death, but you don’t. Not until you’ve see it. Really seen it. And it gets under your skin and lives inside you. You also think you know life. You stand on the edge and you watch it go by, but you’re not living it, not really. Just a tourist, a ghost. And then you see it. Really see it. And it gets under your skin and lives inside you. There’s no escape. There’s nothing to be done. And you know what? It’s good. It’s a good thing. And that’s all I’ve got to say about it.”








martes, 6 de agosto de 2013

Breath

Bájame del pedestal rodeándome con tus brazos.
Dame un beso.
Deshazme las trenzas y finge que es casual
tu hombro tan cerca,
para que yo apoye la cabeza.
Desnúdame para meterme en el agua
quítame el collar de perlas
y el escudo
y las palabras.
Píntame la piel con los labios
y cúrame las cicatrices
como si aún hubiese remedio.

Y yo a cambio dejaré que me roben
las piedras de la fortaleza
para no tener que vivir más escondida
y protegida
de cualquiera que venga a ponerme un espejo delante
una ofrenda.



domingo, 4 de agosto de 2013

Temple

Las puertas del templo, cerradas, guardan su interior del tiempo, de las plagas
de la humanidad.
Las puertas del templo no atienden a los gritos del guerrero. No parece que nadie esté escuchando
al otro lado.
La sangre riega las piedras, sedientas
de historias.
Y el guerrero respira siguiendo el latido del agua,
palpitan las sienes,
rezuma la tierra.
El viento, suave,
enfría el sudor de su frente.
Se muere.
Sus gritos son un aullido
pero no de dolor o pena,
es rabia.
El sol calienta.
Las puertas del templo, cerradas,
ven correr hacia ellas un reguero rojo,
oscuro.

Susurra la seda al contacto con la piel,
ella se arrodilla
y la tela blanca se empapa y se vuelve pesada.
Le rodea la cintura y le ayuda a levantarse.
Cae su escudo y su lanza.
El paisaje se balancea y todo se vuelve negro.

Cuando despierta las puertas del templo, cerradas, guardan su interior del tiempo, las plagas
de la humanidad.
Las heridas son ahora cicatrices rosas.
La noche cae en un azul que hace que el mundo parezca sumergido.
No la ve a ella. Tampoco recuerda más que sus manos y el blanco teñido de rojo.
Su escudo y su lanza en el suelo.
Se levanta, sin ayuda, y camina.




El perfume 2.0

Hace tres años lo dije
y hoy, rota,
lo vuelvo a decir.


Reescribo la teoría de "El perfume"
y cómo no sé amar
y eso me genera la necesidad
de ser amada
por no abandonarme conmigo misma.

De cómo soy una hija de puta
y la calientapollas de toda una plaza
si me dejas.
De cómo solo pido a gritos
que acaben conmigo
por no tener valor para afrontar
la clase de persona que soy.

Que no puedo estar sola
porque cuando se apagan las luces
viene la que asesiné
a llevarme con ella a los infiernos.
Y allí charlamos,
ella me lee el futuro
mirándome a los ojos
y me dice que hace años que morí(mos).

Que no puedo más que yacer
agónica,
suplicante.
Hasta que algún alma caritativa
o algunos pantalones ajustados,
a los que incitan mis labios
o mis piernas abiertas,
se paran a tocarme.
Y enveneno lo que puedo.
"No me dejes sola...
...que vuelve el monstruo a buscarme".
Y no lo hacen,
y yo me curo tanto
que el monstruo también se fortalece
y vuelve a alimentarse
de mí.

Y duele,
joder,
duele tanto.

Que ahora espero a alguien
que pueda quererme
lo suficientemente fuerte
como para cortarme la cabeza.

Y cerrar por fin el cuento.

Mientras tanto bebo, escribo y canto.
En ese orden.

Sigo buscando el interruptor,
por si resulta que al final tengo que vivir
de este amor que me queda a mí.

Sacrifice

Como Ophelia, con el pelo enredado
en todas las flores que pueda encontrar,
avanzo hacia el agua, que ruge mi nombre
y mis pecados.
Como Ophelia, que creyó demasiado rápido
y amó demasiado fuerte,
soy la que muere en la historia
y a la que entierran entre lágrimas de alivio.
El componente que brilla por su ausencia.

Busco entre las cimas
la escalera de Jacob
por la que ascender en silencio
llorando
para soltar el pelo en lo más alto
y despedirme con la mano
y todos los besos que entren en mil suspiros.
Y, con las alas a la espalda
poder cuidar de todos
los que se pierden en el camino.

Soy el sacrificio,
la Andrómeda inicial,
que desnuda y temblando
sin ningún Perseo,
espera a ser devorada por el monstruo.
Isaac, la hija de Jefté
primogénitos modelos.
Las vírgenes que no mató el primer rey,
Ifigenia salvada (a veces).

Y al final
sin importar el destino,
quedará mi cuerpo hendido,
carne de sacrificio,
consumado o no.
El miedo rompiendo, al menos,
dos corazones
desgarrando el pecho.
El hogar abandonado
que me abandonó.

Y los ojos contentos,
la sonrisa leve
el pelo extendido sobre la arena.
La piel calentada por el sol.
El perdón
que solo puede concederse
uno mismo.

Hacerse estos agujeros
para poder respirar.
Redención en forma de entregar el cuerpo
y el alma,
por causas más nobles.

Sacrificarse
para poder limpiar la sangre de mis manos;
ser un poco mejor
el segundo antes del último aliento.



Quedamos los que puedan sonreír
en medio de la muerte,
en plena luz, en plena luz, en plena luz... 


sábado, 3 de agosto de 2013

Back ho-l/m/p-e

No estaba preparada para volver a la casa que quemé,
por deshacerme de los cadáveres del pasado.
Y en las fotografías en las que solo salgo yo,
o la niña que fui,
encuentro preguntas
en forma de reproche
"¿qué me has hecho?"
A mí me prometieron que sería feliz
y yo no supe nunca encontrar el camino.

No puedo afrontarlo,
que alguien me traiga las alas o el escudo.
Indicadme el camino,
yo no puedo tomar más decisiones
que soy rehén de la de las fotografías
y llora y grita
que como siga haciéndole daño
caeremos las dos.

Se abren las puertas de la ciudad
en la que he sido feliz y he vivido la mentira,
o quizá
solo una de las dos
y nunca supe elegir bien.

Y ahora soy el sacrificio
que solo espera que se abran de nuevo
las grietas
y se rasguen las vestiduras
para que la entreguen del todo
y pueda su cuerpo descansar
en un hogar, por fin sin reproches.


jueves, 1 de agosto de 2013

Trainspotting

Cae mil veces
y yo no puedo levantarlo.
Porque de la magia que juré tener
solo quedan dos manos demasiado pequeñas
y nada de fuerza para sujetar la espa(l)da.

Y yo me tiro a tierra mil veces
por que no muera solo.
Por poder levantarme después,
y demostrar que tras de sobrevivir
viene el trabajo duro:
vivir, con la cabeza bien alta.
Dejarse querer quizás,
si tenemos suerte
y encontramos gente buena.

Cae mil veces
y yo quemo mil veces el pasado
para sacar de las cenizas
una fuerza que no puedo comprender
pero marca la diferencia
entre haber esquivado a la muerte
y hacer algo con el tiempo dado.

Mil veces rompemos los espejos
por no poder con nuestro propio reflejo
y sin embargo podemos mirar al otro
y de ver algo bueno, quizás incluso
perdonarnos.

Cae mil veces,
y detrás caen los meses,
las estaciones.
Y la herida no se cura,
hasta el punto de que, magullados
y ensangrentados
olvidamos que teníamos la piel blanca
y la sonrisa brillante.

Y yo no puedo salvarle
del monstruo que metieron a golpe
de rencores y reproches
y ahora
todo lo come,
lo devora.
Soy vasalla de ese reino.
Y mil veces si hace falta
arremeteré contra la bestia.
Para ser vencida mil veces.
Porque lo único que queda es luchar
una y otra vez
hasta que la casualidad arrase con todo.

Y yo solo quiero
ver los trenes pasar,
como pasan siempre,
mil veces.
Igual que tenemos cicatrices
y que cometemos errores
y que somos perdonados.
Y quizás de pronto un día
salga el sol,
algo cambie
y seamos libres.


Mil veces saco fuerzas para resucitar de las ascuas
el fuego que sé que hay entre las brasas. 
Mil veces prometo salvarme
y mil veces fallo.
Porque es la decisión que tomé:
levantarme hasta que me gane la vida
y no pueda seguir. 
Esperar quizás un Valhalla.

Mil veces cae,
y yo caigo detrás.
Porque mi campo de batalla 
también está lleno de ese sentimiento
que no puedo permitir que nadie más tenga,
nunca más.

Porque merece la pena
mientras tenga aliento.

Antes de dormirme

De esto que te sientas delante del teclado. Y te duele la cabeza, pero como si hiciese siglos que no duermes. Y no sé qué coño escribir. No sé si la vida toma una dirección u otra. Ni qué haré en unos días. No tengo a dónde ir. Ni en quién delegar. Ni a quién llamar en mitad de la noche. Porque he tenido una pesadilla, he soñado que despertaba y todo seguía así. Y yo ya no tengo el valor para seguir.
He soñado que el alcohol me hacía decir verdades que no recuerdo si creía o no. Y ahora tengo dos meses que me miran desafiantes. Es el fin del camino. De aquí en adelante, sin putas manos. Y mal empezamos la carrera, si llevo así de golpeadas las piernas. 
Me meto en la cama, sin almohada. Y aprieto fuerte los ojos.
Tengo tanto que dar que me estoy desgarrando, en canal.

- ¿Tú también sueñas con gente que te abraza?
- Sí, pero antes de dormirme.

Y asoma una lágrima y ese cosquilleo debajo del vientre.

Dime que no soy tan mala,
que aún tengo una puta posibilidad.
Que todo sigue igual.