Este frío
que se ha colado bajo la piel
tiene los ojos de aquella luna inmensa y dorada
que pasaba tan deprisa a mi lado
el día en que la tarde cayó inevitablemente.
El cielo lavanda agonizaba
y las luces iban quedando atrás
sin que hubiese estrellas que mirar.
Tengo los pies en el camino
pero la cabellera se quedó enredada
en algún anochecer de este invierno.
Y susurran mis fantasmas
todas las oraciones que escaparon de mis labios
cuando ni siquiera sabía qué era lo que quería.
Tengo el vientre hambriento
pero no es comida lo que pide
Aúllan mis entrañas
y temo, bajo este frío,
que le cantan a aquella luna dorada y efímera
que ya no está.
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