Todo tiene un precio
que terminamos pagando
de una forma u otra.
No se puede huir de esa retribución cósmica.
Entregamos nuestro futuro
o nuestros corazones.
A veces
la vida nos pone dos veces la misma piedra.
Tropezar o caer.
Actuar o parar.
Pagamos por cada decisión que tomamos
y por cada decisión que no tomamos.
Con el agua helada por la cintura
entro en las aguas del Estigia.
Los bolsillos vacíos
y el corazón lleno.
Voy a pagar mi viaje en alientos
en latidos.
Y cuando llegue al final
podré beber de las aguas del Leteo
y descansar
sin recordar lo que he pagado
ni de dónde vino cada cicatriz.
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