Manos frías en esta mañana interminable de primavera
se escucha el rumor de la olas bajo la piel cálida
un barco en tierra que surca los cielos cada noche de luna y baile.
Es la vida traducida en globos,
en flores, en días de sol y tormenta.
Son paseos de cielo blanco y dormido,
amaneceres velados tras los cristales.
El silencio de una casa centenaria
que respira pesado y cruje,
se acomoda.
Es una siesta estival
y el sol derramándose sobre la piel
con su calidez líquida
que desborda en las sombras.
Es paz,
es hogar.
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