Me salva del abismo la luz de las mañanas de domingo
la brisa que habla de la piedra mojada en la sombra
y dorada al sol.
Me salva el silencio del amanecer
el día lamiendo los cristales de las ventanas
llamando con sus pestañas
a la puerta.
Arcoiris en las paredes que anuncian nuevos días
siempre buenos
el crujir del roce de sábanas
el calor de bajo-mantas.
Pies descalzos y desayunos templados
puertas abiertas y pasillos en penumbra
se cuela la luz como se cuela
el agua tibia entre las piedras y las ramas.
Late despacio,
como pasan los días que pasan volando.
El pasado se vuelve tan lejano
se aleja el invierno y se dilata el espacio.
Y cae la noche silenciosa,
una sábana de azul sobre el cristal del cielo
Sonríe la luna
somos eternos.
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