lunes, 28 de julio de 2008

Kissu shite

Se alza la reina de los antítesis, de los aleteos incesantes de las mariposas, tratando de crear huracanes en el otro extremo del mundo, o quizá del universo.
Y es que no hay inviernos que duren parpadeos, ni desiertos de nieve. No aquí.
Las partidas se ahogan antes de que las fichas reposen en el tablero y, confusos, los peones dudan entre regresar a sus hogares o luchar por algún otro motivo, cualquier cosa con tal de no descubrir que no hay tierra a la que volver, ni tesoro por el que merezca la pena morir. Que no hay dios en el cielo y gloria en la muerte.
Peones manchados de café, con las maletas en las manos y un periódico que, de viejo que es, miente -o chochea-.
Preguntarme cuánto puede volar un globo, y mirar el tarot que tiembla dudando de mi futuro, como palidece un médico ante un diagnóstico de muerte.
Y qué de verdad queda en el mundo que ven mis ojos, tras los miles de colores de un caleidoscopio en la noche. Cuánto de calor, cuánto de esperanza y cuánto de luz, la que me corresponde, no por derecho, sino por tiranía y egoísmo.
No sé que camino coger. Degustaría todos los postres con tal de no perder el dulce sabor de mis labios. Y recorrería todos los caminos, para hacerte sentir el frío y el calor en una explosión de confusión, como el veneno que se apura lentamente, para procurarnos un mañana ponzoñoso.
Caminar a tientas, pensar poco y comer y dormir menos. Jugar a perseguir mis pasos, a encontrarme de casualidad y a descansar sobre las farolas, apagándolas para que tomen dominio los astros sobre la ciudad, trayéndonos noticias de los dioses, que aún se debaten entre la vigilia y el sueño, sintiendo el aroma del sopor que precede a la ambrosía deslizándose por las gargantas, suspirando hasta calentar el corazón.
Me pierdo tras los laberintos de nucas erizadas y soplos de aire que en la noche se cuelan bajo las sábanas, si no encuentran una barrera de cuerpos entrelazados que los derritan, o una fotografía húmeda que colonice todo el frío que es capaz de sentir un sólo cuerpo, todo el dolor y todos los recuerdos.
Cavar entre los cojines un hoyo y desaparecer dentro, para no tener que asumir los amaneceres y las preguntas y respuestas que, silenciosas, llegan aun no queriendo ser oídas, y rasgan hasta que sucumbes a su filo.

Que os peten.

1 comentario:

Yuki, Lord Nieve dijo...

que te peten a ti tambien ^__^

echaba en falta un texto así