jueves, 8 de enero de 2009

Ellos mienten, ellas también

El entrenamiento en el amar.



Entrando en la edad adulta, en la etapa de experimentar mutuamente, machos y hembras se relacionan dejando de lado las practicas teóricas de la aplicación de la pareja que se realizan en la tierna infancia.
Es entonces cuando ambos sexos se disciernen y comienzan a atraerse de nuevo.

Ellos y ellas van adquiriendo experiencia a medida que yacen con diferentes individuos, no obstante llega un punto en el que podemos observar un curioso comportamiento por ambas partes afectadas.

Se resume a estos:
En una relación por defecto, sin que la hembra sea necesariamente mejor que las anteriores o futuras, el macho idealiza a su pareja elevándola al grado de diosa creadora y musa, ofreciéndole todo el amor que pueda caber en su pecho y jurándole su vida y su alma por la eternidad.
Sellado el pacto, cuando la relación se rompe (porque siempre se rompe), él, sin alma, sin nombre, sin amor y sin vida, vaga hasta que esta lo suficientemente lejos para fingir tener amor, alma y vida que dar, o permanece rondando el pie del pedestal de su amada hasta que se consume o alguien lo arranca del lugar.

Esa actitud ilógica e irracional se traduce en: MENTIRA. Pero, para quién? En mi humilde opinión, el engaño es más para el propio enamorado que para la mujer de su vida, quien desde lo alto del pedestal puede decidir arrebatarle la sonrisa o devolvérsela.
Y, sin embargo, a pesar de ser todo una falsedad, un error, tal vez en una muestra de aprendizaje, el macho no vuelve a ama a una hembra de esa forma jamás, sólo por si acaso.

Ellas, por su parte, actúan de manera similar, pero de forma más moderada y creyendo amar como la primera vez a cada uno de sus compañeros.
Mienten más, hacen menos daño. Podríamos deducir así que la mentira o el autoengaño es inversamente proporcional al sufrimiento. No lo sé.

Cada uno ama como quiere o bienamente puede. Quizá una vez, quizá ninguna y cuente cien.
Quién-sabe.

*Limpiando el vómito de una musa alcohólica*

2 comentarios:

pervertido dijo...

El hombre, en esto del amor, es más dado a enamorarse, la mujer no, es más comedida y, sin embargo, cuando de verdad lo hace, tiende a darlo todo sin esperar nada a cambio.

No has dicho ninguna tontería. El símil del pedestal es muy bueno y es muy cierto que la experiencia es la madre de la ciencia. Enamorarse no tiene nada de malo, siempre y cuando entendamos que nada es para siempre o que para siempre no significa absolutamente nada, no sólo porque la vida es muy corta sino también porque siempre es demasiado tiempo incluso para un@ enamorad@.

El problema, bajo mi punto de vista, está en que asociamos amor con sexo, o sexo con amor - tanto monta, monta tanto-, no aprendemos que se es infiel con las meninges, no con la entrepierna. Si aprendiéramos eso es posible que ese siempre fuera más llevadero y, por supuesto, duradero. Fidelidad. Una palabra que ha provocado más desastres de pareja que las crisis económicas, el paro, el alcohol o las drogas.

Pero es una apreciación personal, claro.

8X

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.