sábado, 28 de agosto de 2010

Tocar el cielo con la punta de los dedos



Hace una noche espesa, densa, calurosa.
Me duele un poco la cabeza. Me molesta la ropa y la piel, el pelo.
Estoy tranquila y silenciosa, pero mi interior bulle. Quiero algo y no alcanzo a cogerlo, no sé que es.
Siento lejos. Cuando tengo hueco para sentir.
Y quiero una ducha; pero no quiero salvar la distancia de aquí al baño. Tampoco quiero ducharme sola. No, tampoco acompañada.
El anhelo de creer(me) especial. De idealizar a otros se me pega. Es dulce, es pegajoso. Más que miel, diría mermelada de frambuesas (de ésa que resiste a abrirse).

Podría tocar, desde aquí, el cielo con los dedos. Tan oscuro, tan vacío. Y no es que no me atreva, es que no quiero.
Temo. Temo que me guste.
Te temo como a las drogas. Y el miedo es el peor abismo, el que nos hace caer en las propias redes del objeto indeseado, nos empuja, nos mece.

Podría, si quisiera, tocar el cielo con la punta de los dedos.
Pero no, resulta que tengo inquietudes más humanas, más peligrosas.

2 comentarios:

MG'lohi! dijo...

tienes muchas kosas ke enfrentar!

kizas me gustaria ayudarte..

.A dijo...

ella es mi inquietud..