lunes, 23 de marzo de 2009

Fog



La niebla descendía de las montañas e iba colándose por los callejones del pueblo, gangrenándose en la plaza principal, envolviendo la catedral hasta convertirla en poco más que una sombra perfilada sobre el resto de los tejados.
Entre el bullicio, los gritos de los comerciantes y los pasos acelerados de un grupo de mojas que cruzaba apresurada la calle, acudiendo a la llamada de las campanas que comenzaban a tañir anunciando la misa de las diez, mi privilegiado oído era capaz de percibir el terrorífico silencio sepulcral en el que todos estaban sumidos, más allá de sus tareas. Un silencio que atenazaba sus mentes... a la espera, inconscientemente, de algún terrible acontecimiento que estaba por suceder.

El caballo en el que iba montada Madeleine, unos pasos por detrás, se resistía a abanzar por el camino que ella le ordenaba. En cualquier otra situación eso hubiese sido achacado al mal manejo de la bestia por parte de ésta, sin embargo el terror latente en las entrañas de la ciudad tornó la torpeza en presagio.
La compañía se detuvo; y todos me miraron a mí, expectantes.

4 comentarios:

k@T dijo...

me recuerda a algún cuento típico japones o a alguna pelicula de Miyazaki...no esta nada mal.

que temible niebla...


un beso en el ojo! XD

Anónimo dijo...

La Niebla y el Silencio no son mas que esa cortina que protege a los protagonistas de los ojos curiosos de quienes hacen parte en esta obra de teatro que le llaman vida.

Bonito uso, de los elementos clasicos de suspenso, en este corto relato.

Ángel

Paloma dijo...

Días de niebla...
6º sentido de la bestia...

=)

coco dijo...

Un gran poder con lleva una gran responsabilidad...