viernes, 22 de agosto de 2014

sombras y ceniza

Supongo que lo peor que tiene la vida es eso de no poder borrar el pasado.
No siempre el corazón gana a la cabeza.
La memoria es fuerte en su afán de recrear, una y otra vez, los errores pretéritos.
Tengo esa madre, que sé que lo intentó,
y ahora es la desconocida que debo ser yo para ella.
Tengo esa sensación,
como un alfiler clavado en la nuca,
de que las historias se rompen
como rompe solo el tiempo
un jarrón antiguo,
semienterrado bajo la arena
y el sol.

Nunca se me dio bien ser fuerte y mirar adelante,
con tantas cosas a la espalda.
Nunca se me dio bien dejar marchar,
y siempre experta en echar a patadas.

No es que no quiera hacerlo mejor,
es que no puedo.
Tengo en el pecho diez perros rabiosos,
que ladran cuando se acerca
el dueño de una de mis maletas.

Siento hacer llorar a la gente que quiero.
siento bastante menos cada vez.

No se puede borrar el pasado,
y ese es el problema.
Lo que sabemos, lo que vivimos, queda ahí,
incrustado.
Alfileres clavados,
perros ladrando.
Ya no soy dueña de lo encontrado.

Siento las zanjas, los caimanes y las barricadas.
No los puse yo, vinieron cuando no estaba mirando.
Y no se van a ir.
Porque no se puede olvidar lo recordado.
No se puede perder lo encontrado,
por mucho que yo ya no sea, nunca más,
la niña a quien hicieron daño.

Sus restos alimentaron a estos perros,
no me hacen caso,
ladran por ella.