Benévolo cielo
viento cruel
Es, para nosotros, el invierno
la estación de la noche
del tren
del desvelo.
Manos frías
ojos ardientes
ascuas que persisten
que resisten
insisten
en su empeño,
sobreviven.
Un sacrificio sobre la piedra de sol
la misma que otras noches fue locura
aullidos a la luna
un eco silencioso.
Tendidos, bajo el cielo,
sobre el hielo,
escuchamos un latido
nunca-más-herido
la llamada del verano
la piel que sabe y huele
a la luz de mayo.
Brasas de enero,
ropa tendida del otoño
para encender un fuego
para aplacar en la tarde moribunda
los recuerdos.
Las heridas tienen forma de heno
pero arden como la sangre sobre el agua
se expanden
crean una llamarada
un alarido
un bramido.
Y después, silencio.
Curan las lágrimas
cura la luz estival
el relámpago de junio
curan
el calor
y las palabras.
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