Ella se tendió sobre el suelo, bajo un árbol tembloroso y un cielo que se deshacía, en forma de agujas de agua helada.
Y entonces, sin motivo aparente, las lágrimas acudieron en su rescate y se besaron con el agua que recorría su rostro.
Porque si lloraba olvidaba un poco el porqué lo hacía (así dolía menos).
Y, viendo la caída del espacio sobre ella, tras las trémulas hojas de un árbol demasiado pequeño para comprender la crueldad del mundo, apareció aquel a quien, en un pasado, tantos momentos como aquel había dedicado. Tantas oraciones en su nombre. Tantas palabras para no decirle nada, tantas esperanzas de lo que no fue... Y ella sólo se sentía morir, tendida, sintiendo el pelo mojado sobre la cara, sólo quería que todo pasara y el agua la arrastrara con ella.
Él se acercó como a ella tan feliz la hubiera hecho en un pasado (pero ya no le esperaba). Y, como siempre, tarde y mal, se pidieron perdón en silencio, se dijeron verdades con la mirada y prosiguieron su camino, dejando todo el pasado en paz, y con el corazón repleto de nuevos nombres y dolores.
Ella lloró. Aunque no fuera por él, o aunque ahora él tuviera otro nombre y otro rostro...
Porque, como siempre, tarde y mal, sabía que volvería a reconciliarse con su alma, una noche de ésas en las que no quedan nada.
Como siempre, tarde y mal.
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tiempos de reflexión.
Porque no.
tic tac tic tac
1 comentario:
me limitare a decir que lo lei
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