domingo, 4 de mayo de 2008

When the night is coming...

A falta de una persona con la que tratar este tema, y de la hora propicia para el mismo, reuní palabras apenas esbozadas en miles de papeles desperdigados por el escritorio y, teniéndolas como testigos, jueces y verdugos de cada acto y pensamiento de mi existencia en aquellos últimos meses, comencé la disputa por el terreno robado [ya que, por su gran valor, no podía considerarse aquel delito hurto].

Pasaban siempre varios minutos de la media noche cuando, el ladrón, silencioso, irrumpía en el pecho, robando el calor y la calma que se cobijaban en el hogar, a la espera de que amainara el vendaval. El ladrón caminaba despacio, sin hacer ruido pero sembrando a su paso la oscuridad de miles de amapolas negras, marchitas, agonizantes... Y tras de sí, aún se puede percibir, unos instantes después de sus pisadas, la gélida estela de cuanto despoja a su paso, que con su frío aliento y ahogados gemidos encuadran en un marco de nerviosismo la respiración sosegada del dueño del lugar, que duerme aún.
"Pum pum, pum pum"
Ajeno en su ignorancia, el corazón, latiendo con la desgana de quien hace mucho que dice haberse resignado y, sin embargo, ojea fotografías cada noche, queriendo no olvidar... por si acaso, no se percata hasta que la luz del día destila, lentamente, por la ventana, tras los párpados, de la ausencia de despertar anhelando unos ojos en los que reflejarse.

...
Los jueces, el público, los testigos, letrados y verdugos guardan silencio y esperan su propio veredicto, expectantes.
Un poema de amor, escrito tiempo atrás, para alguien que acabó no poseyendo ni siquiera un nombre o un rostro, me lanza una mirada que no admite réplica alguna.
Soy declarada culpable para el regocijo de un corazón cuya mayor diversión en esta noche es castigar a la persona que hace que tiemble y suspire al menos tres veces cada día. Me hacen pactar una pequeña tregua y dictan una orden de alejamiento entre quien llegó a ser mi baúl de sueños y yo... -no la cumpliré y lo saben-.
Un par de cuentos, un puñado de frases inconexas y siete versos asonantes, sin más métrica o rima que los susurros de una musa alcohólica, asienten con vehemencia ante el decreto de los más sabios manuscritos que, yo misma -para mi mala suerte ahora-, redacté, línea a línea, verso a verso y punto a punto, en aquellos tiempos en los que aún escribía por alguien.
-Creo que en el fondo ellos [todos] sólo están enfadados porque los olvidé, o eso les dije-.
Recojo -aparto, tirando cuanto encuentro en mi camino, al suelo- mis sueños y hago un poco de espacio para el teclado que, en un enfado con el ser que respira en forma de tambor, hará de cuna para nuevas divagaciones acerca de temas insulsos y vacuos que simplemente me ayudan en los momentos en los que mi corazón se niega a responder y siento su reproche aferrarse a mí, como la niebla que lame los nombres de las lápidas olvidadas.

1 comentario:

Yuki, Lord Nieve dijo...

puede ser que no sean tanto las imagenes sino las sensaciones las que nos hacen amar un texto.

creo haber entnedido gran parte de este relato.

realmente inspira tristeza, melancolia? no lo sé.

pero hace tanto tiempo que repito esas palabras.


así que ahora cambiare un poco.

Yo.qué/e.sé