miércoles, 29 de julio de 2009

Entre bastidores. China's Drug.

En aquel momento contaba con toda mi atención; podía haberme dicho que él era fruto de un experimento biológico y que toda su infancia se había desarrollado en una pipeta, que le hubiese creído. Cosas de las drogas.
Le escuchaba sin apartar la vista de sus labios, con la barbilla apoyada en sendos puños fuertemente cerrados. Tenía la impresión de que, si no sujetaba mi cabeza, no sólo yo, sino el mundo entero se desplomaría; así que sonreía satisfecha, pues, sin que nadie lo supiese, estaba salvando el universo allí, a las cuatro de la madrugada, en una cueva más que un bar.
No obstante él no me reveló nada asombroso. Ni siquiera contó nada vulgar; se limitó a mirar el reloj, apurar su copa y decir, por encima de la música, el humo y las demás voces:
- ¿No es un poco tarde? Debería llevarte a casa.
Negué lentamente con la cabeza, por eso del destino y equilibrio del mundo sobre mis hombros y tal, no quería matar a la humanidad por ser demasiado expresiva...
Era difícil ser Dios, y lo era aún más en tanto cuanto nadie sabía de tu existencia mundana, y por consiguiente ni te colmaban de regalos ni te idolatraban.
Pero ahora yo, como padre secreto, contemplaba a mi mesías explicarme porqué debería ir a casa, alegando no-sé-qué del alcohol... Ay... amigo mío... si supieras qué cosas peores que el alcohol llevo encima, tal vez me invitarías a otra copa en lugar de darme la tabarra con eso de dormir...
Antes de que pudiera siquiera darme cuenta -y es que mi mente se hallaba sumergida en pensamientos más metafísicos-, él me asió del brazo y tiró de mí con la intención de meterme en un taxi que según él me esperaba a la salida de aquel cuchitril de mala muerte.
En un instante, sin que nadie más se diera cuenta, cundió el pánico. Ya no sujetaban mis manos mi cabeza, el mundo caía. Me eché a llorar.
Me daba igual, me daba igual todo.
Le propiné un puñetazo en el brazo y me dejé caer aún más en la dura silla. Abatida. Aquél era mi adjetivo y mi nombre de pila esa noche. Abatida, abatible. Abatiendo.
¿Por qué lloraba?¿Lloraba por el mundo, que acababa de espachurrarse contra una mesa sucia y pegajosa en un antro de mala muerte? No. ¿Lloraba por él?, porque el muy imbécil no sólo había estropeado mi heroica labor, no, no sólo eso. No me había besado, no me había contado su infancia-probeta y, para colmo, no contento con eso, me trataba como a una borracha, llamando a un taxi para que me llevase a casa, en vez de aprovechar y guiarme hasta un portal donde meterme mano a sus anchas, porque estaba borracha precisamente.

3 comentarios:

Ra dijo...

Cosas de la droga y de la noche.
Bendita droga..y a la vez mira que es puta XD

^^

k@T dijo...

No sueltes las palabras...que como tu cabeza, mantienen un maravilloso universo...drogado...pero bonito al fin y al cabo.



Saludos tormentosos de un verano ya más apacible.

k@T dijo...

No sería justo, sino dijera que el texto que he escrito lo hice escuchando la música que tienes puesta.

Asi que eso...gracias :)